sábado, 13 de febrero de 2010

Primer empleo

Finalmente había conseguido un trabajo de redactora en una editorial de marketing, un trabajo de pocas horas que me permitía seguir ayudando a Dorita. Era mi primer trabajo así que la noche anterior prácticamente no había podido dormir pensando en qué me encontraría, ¿Cómo era el ambiente laboral? ¿Cómo serían mis compañeros? ¿La relación con los jefes? Pero era una preocupación agradable acompañada por un montaje de voces “Por fin conseguí mi primer trabajo, por fin”.
La que se dirigía a la oficina en su primer día de trabajo era yo misma con esas otras voces, y yo que quería escribir, yo periodista.
Me senté en un escritorio todo sucio, repleto de papeles y hojas tiradas. Mi jefa me dijo que empiece encendiendo la computadora pero antes traté de sacarle la gran cantidad de papeles que tenía encima y limpiar un poco la tierra acumulada en el teclado.
La primera nota que debía escribir era para un suplemento cultural de un diario chileno, un breve relato sobre el edificio Kavanagh. Comencé a investigar en Internet y descubrí que aquél edificio formaba parte de una historia de amor y odio entre familias, entonces las palabras empezaron a aparecer, se empezaron a conectar, la escritura fluía fácilmente, rítmicamente.
Escribiendo me escribía y comenzaba a vivir lo que creía sería una gozosa forma de subsistencia.



спасибо


lunes, 18 de enero de 2010

Tarde de chicas

“Toda mirada goza de un efecto de vértigo
en pasión de redoblamiento: tú, yo, siempre, nunca”
El bolero, historia de un amor de Iris M. Zavala


Dorita quería volver a Claromecó, hace mucho que no iba y recordaba con muchísimo cariño los veranos de su infancia.
Recordaba el viento en la playa, la desembocadura de un arroyo en el mar, los atardeceres viendo el sol ocultarse en el mar. Dorita se sentía bien ahí, decía que era un lugar energético y cumplía la función de desconexión: “Acá se te borra toda la información del disco rígido” me decía.
Uno de los días llovió muchísimo así que me propuso ir a visitar a una amiga de la familia que había sido maestra de su madre en una pequeña escuela rural de Tres Arroyos. Aura la recibió emocionada y conmocionada al verla tan flaca y con el pelo corto pero evitó hablar de “la enfermedad” y se limitó a preguntarle cómo estaba.
Llevamos unos conitos de dulce de leche y nos preparó un café que disfrutamos a medida que iban transcurriendo sus relatos. Aura era una mujer de unos ochenta y cinco años que comenzó a contarnos historias de amor de los viejos tiempos, una de las que recuerdo es la de sus padres.
Su madre era una antigua concertista de piano que tocaba junto con su padre (abuelo de Aura) y su hermana (tía de Aura).
Me los imaginé en color sepia, hasta incluso llegué a pensar en la película Funes, un gran amor de Raúl de la Torre. Me vino a la memoria la imagen de Azucena Funes (interpretada por Graciela Borges) tocando el piano pero temiendo que esas imágenes me absorbieran por completo las olvidé para seguir el relato.
El abuelo de Aura era un hombre muy severo, rígido y estricto así que cuidaba con mucho recelo a sus hijas. Un día fueron a Tres Arroyos a dar un concierto y cuando estaban llegando el que sería el padre de Aura miró con atención a esa mujer de elegante figura y delicadeza en los gestos. Unos días después el hombre iría a ver el concierto, rutina habitual en él ya que era un amante de la música. Escuchó atentamente cada uno de los temas interpretados y volvió a mirar con la misma intensidad a aquella mujer, se perdió mirando sus manos, esas mismas manos que seguiría mirando en todos los sucesivos conciertos que la pequeña orquesta daría. Finalmente y, luego de realizar las averiguaciones pertinentes fácilmente conseguibles en un pequeño pueblo, decidió acercarse al padre de la muchacha y éste, con tono firme le dijo: “Si me va a hablar de asuntos musicales lo escucho atentamente, de lo contrario aquí le entrego mi tarjeta”.
Unas semanas después el hombre enamorado se dirigiría a pedir la mano de la concertista. Partió rumbo a Pergamino con su mejor traje, algo nada difícil para un hombre de dinero como él y pidió la mano de la joven lo cual le fue concedido.
Así, sin más, nacía esa historia de amor que Aura narraba con lujo de detalles como si la hubiese vivido.

domingo, 3 de enero de 2010

Primera salida

Dorita quiere volver a salir, quiere pasear, recorrer, me dice: “Vamos para el centro”.
Caminamos por plaza Francia, entramos al Centro Cultural Recoleta y después vamos al Palais de Glas.
Ella camina, deambula entre las obras, mira, disfruta. Yo la observo desde lejos y la suelto, la dejo perderse:






martes, 29 de diciembre de 2009

¿Y ahora?


La luz ya no rebota en su cabeza, los primeros pelos se asoman.

Temo, esta vez por mí, ¿ahora qué voy a hacer? ¿cómo voy a conseguir ese trabajo que tanto busqué?

Pero la miro a Dorita subiendo de peso, la miro en la ventana, recuerdo, y siento esa tristeza por todos los que viven y vivieron con cáncer.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Y...

Volvemos al departamento, Dorita tiene esa lentitud prototípica, ese cansancio pesado. Cuando llegamos se acuesta y después todo es silencio. Yo espero atenta, en esos días estoy sin dormir. Siento el alivio por ser la última quimio pero también se hace presente el miedo de las anteriores.
Esta vez Dorita se levanta y me dice "fideos" yo me quedó mirándola y le explico que no, que sabemos lo que pasa (evito decir vómito por las dudas) pero Dorita insisite "tengo hambre, quiero fideos".
Finalmente se los cocino, le sirvo y espero que no vomite, que esta sea la única quimio sin vómitos. Para mi sorpresa come dos bocados sin problemas y me pide que la acompañe a recostarse nuevamente.
Al día siguiente está mejor así que come un poquito más. Todo me emociona, me conmueve.
Ahora todo va a ser diferente, a cada instante todo es diferente, pero esto lo explicita de un modo desestabilizante.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Y que sea la última

"Otro doblez en el tiempo
y una emoción sostenida"
Cantan Florencia Ruiz y Ariel Minimal



Tomamos el colectivo con un calor sofocante. Estar continuamente preocupada se había tornado algo rutinario, podía pasarme horas pensando en que faltaba una más, una, pero ese singular se amplificaba en el recuerdo de las anteriores.
Mi percepción se había transformado, todos esos lugares que habíamos transitado tenían sus marcas. Siempre pensé que el espacio es un lugar de resignificación constante, quizás porque me empeño en asociar determinadas situaciones a los espacios en donde ocurrieron. Soy toda una sentimental territorial...
Entonces con Dorita tómabos el colectivo y yo fingía que estaba todo bien, quería que esté tranquila, y ella fingía que creía ese estado mío tan armonioso.
Llegamos al consultorio del oncólogo donde le aplicaban las quimiterapias y allí estaba Elsa, la secretaria. Elsa siempre preguntaba: "¿Por cuál vas?" y eso condicionaba el resto de sus palabras que podrían ser: "Qué bueno" o "Bueno, falta menos". Pero esta vez estaba ocupadísima así que nos sentamos y esperamos.
Apareció otro enfermero, uno que no conocíamos pero que tenía una simpatía arrolladora:
-¿Qué tal chicas? ¿todo bien? ayer perdimos el partido así que no estoy muy bien eh....-
Inmediatamente le dije:
-¿Así que sos gallina?, mejor nos vamos, no quiero que le apliques la quimio vos... jajajajaja-
-¿No me digas que vos sos de Boca? noooooo, por favor, ¡lindo día me espera!-
Al final entró Dorita y yo por primera vez no ingresé con ella lo cual me puso extremedamente nerviosa. El enfermero explicó que era mejor (a través de un "tranqui mami") pero yo no dejaba de pensar en que encima de ser gallina tenía muy mala onda.
Me quedé frente a la puerta de manera que cada vez que la abrieran pudiera verla a Dorita. Ni bien le pusieron el suero con el antivomitivo entré y le expliqué al enfermero que con la droga roja vomitaba, que se mareaba mucho y que tenía la toalla por las dudas. Me terminó diciendo: "Andá, andá bostera".
La puerta se abría y yo la miraba, la saludaba, le hacía muecas y ella me devolvía una sonrisa suave, perdida. Esa puerta marcaba el ritmo, pero no podía ocultar nada.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Llegada

"Entonces para vos ya no existe el miedo,
ni el dolor ni el frío"
Superchería, Luis Alberto Spinetta



Al parecer habíamos llegado a la última quimio. La última de varias que me habían hecho adquirir una persistente rutina: jeringas, antivomitivos, la heladera llena de papelitos con teléfonos de emergencias y enfermeros, el cronograma de las inyecciones, la primera comida (fideos finitos, pocos, con un poco de aceite y apenas un poco de queso rayado)...
¿Y ahora que vendría?
Me acuesto sobre el pasto y todo gira, pero yo permanezco, inmóvil, y comienzo a cerrar los ojos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Así lo veo yo



Me encontré con Isabella y le comenté el episodio del desmayo de Dorita. El tono de mis palabras provocó que se riera mucho, muchísimo, lo cual me llamó la atención:

-¿Pero por qué te da gracia?-
-Es la forma en que lo contás, es gracioso, no te das cuenta pero sos muy graciosa-
-Pero fue horrible lo que viví, no entiendo-
-Uy, no importa, transformaste esa situación dramática en una comedia, es buenísimo, nada que entender. Quizás es una forma que tenés de superar la angustia.-

Después de decirme eso Isabella comenzó a contarme una serie de episodios que había vivido:

-Una vez estaba comprando en la verdulería y apareció un antiguo novio mío que me dejó por otra chica. Me miró, se quedó mudo, buscaba descifrar si era yo o no esa delgadísima pelada. Me acerqué y lo miré con cara de fantasma que asusta, típico de juego de chicos, me falto levantar los dos brazos y hacerle “Buuuuuuu”. Se quedó ahí mientras el verdulero le decía si quería manzana verde o roja. Cuando me iba le dije al oído: "Y bue… tanta angustia… en algún momento iba a explotar, esto tiene mucho de problemas emocionales".-
-Que mala che, y el pibe ¿Qué dijo?-
- Nada, me siguió con la mirada mientras me iba.
Recuerdo otra vez, estaba haciendo cola en el supermercado, me sentía pésimo, hacía mucho calor y aparece una chica embarazada. Tampoco tenía una panza enorme eh… Bueno, yo estaba a punto de llegar a la caja pero esta chica corre y se adelanta, se me coló ¿A vos te parece?-
-Pero estaba embarazada-
-Precisamente, la dejé, tranquilita, y mientras esperaba que saque toda esa enorme cantidad de productos que tenía en el chango comienzo a recitar en voz alta un poema de Juan Manuel Daza:

En la guardia de ginecología y obstreticia del
Hospital Durand:
-Una mujer tuvo un bebé
-Mi hermano tuvo un quiste
¿Porqué pienso que mi hermana la sacó más barata?


La piba se dio vuelta me miró y me dijo "Ah… bueno…"-
-¿Y?-
-Tardó el doble, se enojó, empezó a hacer tiempo-

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin aliento

No sé porque tengo esa maldita costumbre de leer los prospectos de los remedios. Mi mirada se dirige inmediatamente a los efectos secundarios.
Las drogas de Dorita eran bastante fuertes así que esta vez la lectura era no apta para alarmistas.
De todos modos traté de olvidarme, aunque soy de esas personas que no olvidan fácilmente, que se quedan con esas densidades que persiguen desde una profundidad cercana.
Estaba mirando la televisión tranquila cuando escuché la voz tenue de Dorita desde la habitación. Me decía que le lleve agua. Cuando iba con el vaso hacia la habitación la vi a Dorita recostada sobre el inodoro, le pregunté si estaba bien pero no respondió, estaba con los ojos cerrados, apoyada contra la pared y con la boca entreabierta. Volví a preguntarle pero nada así que empecé a desesperarme, a gritarle que se despierte.
Mi mente estaba plagada de paros cardíacos, alergias fulminantes, muerte, ¿No respira?
Empecé a correr de un lado al otro del departamento, desesperada ¿Hospital? Paro, es un paro. Llamé a las emergencias, creo que les grité. Después volví con Dorita, tomé su cara con mis manos y le hice una respiración boca a boca. Segundos después abrió los ojos, me dijo que tenía sed, que hacía mucho calor. La acosté en el lugar más fresco, el piso, y unos pocos minutos después sonó el timbre, eran los de la ambulancia.
Cuando la enfermera me vio se asustó: “¿Es a vos a la que tenemos que atender no? Mirá la cara que tenés, tranquila”.
Cuando llegamos Dorita estaba hablando con el oncólogo a quién al parecer yo había llamado en esos minutos de desesperación. El oncólogo llamó preocupado para saber qué pasaba.
Después la enfermera resultó ser cardióloga, gracias a mi prematuro diagnóstico para solicitar la ambulancia: “Se está muriendo, creo que tuvo un paro cardíaco”.
Al parecer había sufrido una deshidratación y la solución era darle gelatina. Me explicó que cuando no toman mucho líquido lo ideal es la gelatina, porque también alimenta.
¿Gelatina? ¿Tanto lío por una gelatina? ¿Por qué nadie me lo había dicho? Era tan fácil.
Empecé a rastrear otros factores impulsores de mi paranoia. Recordé que cuando era chica miraba un programa de emergencias, ahí mostraban un montaje de imágenes previas al desenlace casi fatal con un tema musical bastante terrorífico...

viernes, 30 de octubre de 2009

Mismo vecino, menos sexy

Unos días después de pedirle que sea nuestro enfermero volví a encontrarme con el famoso vecino. Me preguntó cómo estaba Dorita, cómo iba todo y ni bien terminé de decírselo me lanzó un fulminante:
-Si, pero ojo, decíle que se haga controles y eso, radiografías porque en general se terminan haciendo metástasis en los huesos, yo te digo, vos fijáte…-
Ni bien terminó de decirme eso y abrió la puerta para bajar, lo que yo estimaba iba a ser una sonrisa terminó transformándome en un gesto incómodo. Lo miré, me saludó y me perdí mirando el transcurrir de los pisos en el ascensor. Empecé a pensar en las veces en las que yo misma me había encontrado ante esta forma de diagnóstico ante cualquier tipo de enfermedad:

¿Gripe? Tomáte un té con miel y listo, nada de antibióticos que después te arruinan el estómago
Para las diarreas mucho arroz y agua, listo, nada mejor.
Si, es jodido, un amigo de mi prima murió de eso.

¿De qué se trataba? ¿De ejercer la medicina ilegal o el comentario pseudo-científico? Me odiaba a mí misma odiando al vecino que había perdido en sus palabras todo posible atractivo. Pero esa forma de distanciarse del otro… ¿No era, paradójicamente, un intento desesperado de acercamiento? La gente dialoga y hiere, pero quizás el surco que dejan los médicos es suficientemente profundo como para que nos empecinemos en llenarlo.

jueves, 22 de octubre de 2009

Enfermeros


Conseguir un enfermero para que le aplique a Dorita las inyecciones contra los vómitos no fue tarea fácil, véase aquí el recorrido:

1-Richard

En el barrio recomendaban al “mejor enfermero”, él atendía a casi todos los vecinos. En la farmacia también era popularmente conocido así que me pasaron el número garantizándome que era “excelente”.
Lo llamé después de la primera quimioterapia. Ni bien llegó empezó a comentarnos los entretelones de la vieja que vivía en la calle Mitre: “No la quiere mucho la familia, si no la cuidan ellos…”. Pero después siguió hablándole a Dorita que estaba acostada en el sillón: “Imaginá que estás en un parque, todo verde, hace calorcito, que lindo, cuanta paz, dejáte de hinchar, no tenés que estár mal, por favor, hay cosas peores, imagináte meterte en una tomografía toda encerrada, terrible…”. A esa altura Dorita, que se había puesto toda colorada escuchándolo, estaba en el baño vomitando. Cuando me acerqué me dijo: “Este tipo es un desastre, no lo quiero, sacálo ya”.

2-Vecino

Desesperada buscando a otro enfermero se me ocurrió preguntarle a un vecino bastante atractivo que siempre andaba vestido de celeste, con uniforme. Lo ataqué en el ascensor pero me dijo que se encargaba de hacer ecografías, me deseó “mucha suerte y paciencia”.

3-Pato

Por último apareció ella, Patricia, Pato. La mamá de una amiga la conocía ya que cuidaba a su suegro, así que ella también venía recomendada.
La Llamé un sábado a la madrugada. Los sábados la avenida Gaona se llena de jóvenes que bailan en los boliches cercanos, toman, se pelean, etc. Desde la habitación de Dorita llegaban ecos de esas voces mezcladas con el reggaetón proveniente de los parlantes de los coches.
Y Pato llegó rápido, se hizo paso entre la multitud adolescente, tan rápido como la necesitaba, bajó de su Harley Davidson nuestra enfermera motorizada. Nos contó chistes, nos hizo bromas, todo sin dejar su ocultar la amargura que sentía a verla así a esa mujer que recién conocía.

jueves, 15 de octubre de 2009

Je suis Isabella

“Ignoraba qué encadenamiento de hechos la
había conducido hasta allí, y este misterio
la llenaba de una desesperada necesidad de libertad.
Sin embargo, no se movió”
Belle de Jour de Joseph Kessel





“Sabés lo que pasa, yo no quiero ser Isabella, yo quiero ser Isabelle, como Isabelle Hupert. Actuar en los films de Chabrol, Merci pour le chocolat…”. Me lo dice con ojos llorosos, con la mirada desviada, deslizándose en el aire.
Isabella tenía una larga caballera con los tonos rojizos de Isabelle, pero ahora luce una peluca color marrón oscuro. Me pregunto (e implícitamente juzgo) porqué algunos deciden usar peluca y no exponer la pelada, aunque sea desdibujada con gorro o pañuelo.
Pero la pregunta es irrelevante, tratar de respondérmela involucraría cuajar algo que se resiste a las sistematizaciones y sería acto de violencia ejercida contra alguien que quizás no se lo pregunte. La decisión es una acto en sí, personal, más allá de las implicancias en el afuera.
Decido, entonces, hacerle una propuesta. Le digo que podría usar otras pelucas, jugar a ser la Catherine Deneuve de Belle de Jour.
Pero comienza a llorar y, mientras el lamento se hace abrazo, me dice: “¿Porqué, porqué no jugué antes, porqué jugar ahora?”.

jueves, 8 de octubre de 2009

Cita a ciegas

“seca en el asfalto abandonada sin pileta.
Ni si quiera mal armada .Pero las sirenas siempre
sobreviven son digamos siempre felices siempre eternas”
Sesión de chat, lo que quieras habla con sirenasinpelopincho




La sentencia de Isabella fue rotunda: “Tenés que conocerlo, es para vos, se van a llevar bárbaro, son muy parecidos”. Lo pensé, recordé las citas a ciegas que había padecido, las ganas de salir corriendo a los cinco minutos, pero dije que bueno, total…

El día de la cita llegó pero me resistía a ir, sentía ganas de quedarme en casa o pasar por lo de Dorita a charlar un poco. Miraba por la ventana la oscuridad delineada por una lluvia persistente, siempre lluvia, más lluvia, “Día ideal para encontrarse”. Para mi sorpresa todo fluyó desde el comienzo, sin falsas pretensiones de atraer. Los temas fueron transcurriendo con y sin coincidencias, pero se mezclaban, se adherían, conjugaban. Luego la despedida, él y yo, la lluvia, un abrazo. Después todo él, como la tragedia griega, esa densidad que lo cubre todo, que impide la reflexión, que extravía. Hasta que sábado a la noche y nuevo encuentro entre cine, café, más charla. Una despedida que se imprime en la memoria a doce fotogramas por segundo.

Después, el silencio, la nada. ¿Qué pasó? ¿Por qué? Pienso que debo resignarme ya que ese silencio, contradictoriamente para mi percepción, dice que no. Sin embargo, y a pesar de, escribo un mail (que finalmente nunca enviaré):

Después de abrir la casilla de forma casi mecánica, esperando un mail que no llega, me decido a escribirte este mail que, quizás, sí salga de esta casilla:
Es simple, uno piensa, la pasé bien, mal, más o menos... Pero yo escuché a un Julián proyectando salidas futuras, escribiendo seguido por el MSN, un Julián que me caía bien y a quién recién empezaba a conocer, entonces me pregunto ¿Porqué ese mismo Julián desaparece? Es simple, desapareció y todo queda en el orden de lo implícito. Pero aunque el lugar de lo implícito es muy confortable, también genera dudas. Entonces me pregunto, si entiendo que lo fuimos, ¿Porqué no podemos seguir siendo lo suficientemente... sinceros? De lo contrario queda eso otro potencial, que podría ser y no es, queda en el aire, flotando. Será cuestión de decidir si lo eliminamos con el mata moscas o aún le concedemos algo de vuelo.

Victoria

jueves, 1 de octubre de 2009

De amores


“Y si vos querés te voy a buscar
para que los días no se vayan sin pensar”
Lisandro Artismuño, Canción de amor

(¿Y ahora con quién voy al concierto de Artismuño?)



En el consultorio del oncólogo conocí a Isabella, una chica de veintitrés años con la que me pasaba horas charlando mientras esperaba para hacerse su sesión de quimioterapia. Como sabía que compartíamos la pasión por el cine me contó una anécdota:
“Cuando era chica mis viejos miraban el programa de cine Función privada, con Rómulo Berruti y Carlos Morelli. Creo que ellos tomaban whisky sobre una tarima, recuerdo el ruido del hielo chocando en los vasos.
Tengo la imagen de un film de Almodóvar, no recuerdo cual, pero sí recuerdo la situación. Yo acostada en el sillón al lado de mamá, una frazada para cubrirnos del frío. Y cuando venía una escena que ellos no querían que vea, una escena con contenido sexual, me tapaban la cara con esa frazada, recuerdo que era naranja, con agujeritos, así que por allí siempre podía llegar a mirar algo.
Quizás esos retazos adheridos en mi memoria y expuestos a la luz sean los culpables de mi actual adoración por su obra.”.
Casualmente se estrenaba Los abrazos rotos, Isabella quería ir a ver la película. La última vez que había ido al cine fue con un chico que le gustaba, ambos salieron de la sala y ella se quedó mirando el póster del film. Mientras caminaba, la imagen de Penélope iba desapareciendo de su campo visual y ella deslizaba con un susurro “Quiero verlaaaaa”, él no la escuchaba y seguían caminando hacia la salida.
Isabella estaba sola en el consultorio, una vez más, esperando a alguien que no vendría, esperándolo a él, ¿Y dónde estará?

jueves, 24 de septiembre de 2009

Recuerdos

“… pero hay otro terror que amplía el universo,
que lo vuelve más complejo.
Los chicos tienen mucha habilidad para
ese tipo de terror: el de las puertas secretas,
los rincones. En la naturaleza indefinida de las cosas”
Entrevista de Paula Jiménez a Lucrecia Martel,
“La memoria de un sonido”, Buenos Aires, 24-08-08.


Con Dorita nos sentamos a tomar mate y, quizás sin darnos cuenta, comenzaron a entrometerse recuerdos de la infancia.
La casa de mi abuela era una de esas casas chorizo, largas. La familia se reunía en el living, al lado del patio y los chicos nos íbamos a la piecita de adelante que daba a la calle y durante mucho tiempo había funcionado como kiosco. Nos quedábamos jugando, escondiéndonos en los sillones pero había algo que captaba nuestra atención, que nos daba miedo cuando nos quedábamos a oscuras. Se trataba de la virgencita eléctrica, una pequeña virgen de plástico que se enchufaba produciendo electricidad. La mirábamos de lejos, aterrorizados, hasta que un día a mí se me ocurrió tocarla, ver qué pasaba. Me acerqué cautelosamente mientras mis primos me miraban, extendí la mano y sentí un dolor terrible que me produjo un temblor en todo el cuerpo. Mis primos se habían quedado pálidos mirándome y yo había comenzado a llorar sin parar mientras me agarraba el dedo dolorido. Nunca más toqué la virgencita, la abuela la siguió enchufando pero para nosotros podría producir algún tipo de fenómeno paranormal que preferíamos evitar.
Dorita recordó los Saumerios, esas barritas de colores que se prendían para aromatizar el ambiente. Para aromatizar, supuestamente, porque a Dorita le producían alergia. Un día, cansada de que la torturen, decidió incendiarlos así que provocó una humareda bastante terrible como para lograr que la familia decidiera desistir del terrible ritual de aromaterapia.
Habíamos perdido la capacidad de hacer, de incendiar y todo porque sí. Aún teníamos temor, pero ya no nos arriesgábamos. Más certeza, menos incertidumbre y afuera, sin embargo, todo continuaba siendo extraordinario.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Tomates




No soy de hablar mucho pero cuando estoy triste hablo mucho menos, siento, la ausencia. Percibo en cámara lenta, con ralenti, todo sucede delante mío pero sin mí, soy una simple expectadora.
Dorita se daba cuenta, así que al verme retraída me encomendó una tarea específica, tenía que cuidar la planta de tomates del balcón.
A mí me encantaban los tomates y a Dorita también, pero no podía comer verduras crudas, el oncólogo se las había prohibido para evitar cualquier tipo de problema estomacal derivado de la temida bacteria Escherichia coli.
Día a día la cuidaba, la podaba, pero pensaba en la forma en que Dorita pudiera comer tomates, tenía que cocinarlos de alguna manera. Recurrí entonces a otra de mis pasiones, la cocina.
Salí a comprar unos tomates disecados, zapallos zucchini y mozzarella. Corté los zucchini en láminas, los distribuí en una plancha y esperé hasta que se doraran. Mi alrededor se acotaba a los límites de esa cocina, a los olores, las sensaciones... Esuché el ruido de las burbujas chocando unas contra otras, el vapor, el agua estaba hirviendo, así que agregué los tomates secos y, una vez hidratados y colados, los corté en pedacitos. Mezclé el tomate, los zucchini y la moozarella y le agregué unas gotas de aceite de oliva, sal y pimienta. Aroma de tomates húmedos, olivas y tenue olor a quemado de los zucchinis.
Para acompañar compré un pan de cereales, con semillas de lino y girasol, lo corté en rodajas, lo rocié con aceite de oliva, le froté un diente de ajo y lo tosté en el horno.
Dorita lo comió con gusto, le encantó y yo disfrutaba al verla así pero... ¿Dónde estaba mi angustia? ¿Dónde había abandonado la tristeza?

martes, 1 de septiembre de 2009

¿Celebrar?


If you don´t have a date
celebrate
go out and sit on the lawn
and do nothing
cause it´s just what you must to do
nobody dose it anymore

Waltz de Fionna Apple


No estar en pareja o estar solo podría ser una forma de incompletitud, el lenguaje así lo demostraba: "No sabés lo que te perdés...", "Qué bien te vendría...".
Pensaba en el caso de Dorita, una mujer que enfrenta el cáncer, para los otros también podría verse como un caso de falta, de carencia. Pero Dorita era una mujer saludable, alegre, que avanzaba a fuerza de resistir estigmatizaciones.
Dorita y yo, dos mujeres incompletas para los vecinos del edificio, cada una a su manera.
El problema residía en que nosotras mismas llegáramos a vernos así. Dorita había superado sus temores, había salido, se había mostrado ante los otros. Yo, sin embargo, resistía con mayor dificultad los embates.

lunes, 31 de agosto de 2009

Se busca, le buscan, ¿me buscan?

Algunos están preocupados, pero esta vez el foco de atención dejó de ser Dorita, ahora se preocupan por Valentina.
El portero me ve salir a las apuradas y lanza la pregunta:
"¿Para cuándo?"
"¿Qué, para cuándo que? Ah.... Sigo sin encontrar trabajo"
"¿Para cuándo un novio Valen?"
Me quedo dura, atónita. ¿Qué le puedo decir? ¿Desde cuando me dice Valen en vez de Valentina?
"Chau, chau, se me hace tarde"
Con lo de Dorita pude comprender que los límites entre la vida pública y privada se vuelven poco nítidos en los edificios. Pero ahora me tocaba directamente a mí, ¿Desde cuando les preocuba mi vida sentimental?
Recordaba cuando la vecina que se mudó del séptimo apretaba con su novio en la escalera, estaban todos horrorizados, o cuando se peleó la del quinto a los gritos en el pasillo y todos preguntando porqué lo había dejado, que era buen chico. Yo, en cambio, siempre fui un poco reservada, así que para ellos era todo un enigma por resolver...

lunes, 24 de agosto de 2009

Cinéfilas





A veces no hay que hablar, ni mencionar, nada. Para Dorita era tarde de cine, había decidido llevarla al cine Cosmos, sobre avenida Corrientes.
Recordaba los festivales de cine y la atmósfera especial, entrar en el Cosmos era entrar en otra dimensión. La escalera, las luces de tubo fluorescente verde que iluminaban las plantas dentro del cubículo vidriado, la cafetería.
Fuimos en tren y luego en subte pero cuando llegamos nos encontramos con el cine cerrado y el cartel alegorizaba la situación: Cosmos/ Osmos o lo que fue/ lo que es. La puerta, entreabierta, mostraba los afiches del Bafici 2008.
En ese momento recordé otra situación similar. Una vez paseaba por el barrio de Caballito y decidí pasar por el cine Lyon, sobre avenida Rivadavia. Me quedé inmóvil en la puerta contemplando los tabiques de madera que obstruían la entrada. Poco tiempo después el cine reapareció bajo el nombre de Cineduplex y, más tarde, como Arteplex Caballito. A fuerza de bautismos había reaparecido, renovado, pero manteniendo el encanto de las butacas de madera, las salas de dos pisos y los fantasmas de otros tiempos.
Esa tarde no habría Cosmos pero sí Arteplex, Dorita me preguntaba cuáles serían las razones para cerrar un cine pero no pude decirle nada, las imágenes de otras tantas salas desparecidas (el Metro, por ejemplo) se atestaban en mi memoria, como imágenes en movimiento, fotogramas de un pasado incendiado.

viernes, 14 de agosto de 2009

Querido oncólogo



“Si advertimos que médico tiene lingüísticamente
algo que ver, en su origen, con meditación y con
modestia, podremos preguntarnos cuáles fueron
los meandros lingüísticos e históricos que disociaron
en gran medida esos significados”.
A la escucha del cuerpo, puentes entre la salud y las palabras
de Ivone Bordelois

Como la última quimio de Dorita había sido muy complicada se me ocurrió hablar con su oncólogo, pedirle que le de alguna medicación especial para que se sienta mejor.
Todo médico desconoce el ámbito privado del paciente de forma que esa ausencia se le manifiesta a través del diálogo. La palabra entonces cobra su máxima importancia, es la representación de lo vivido, el decir lo que se padece, también grito de ayuda.
Dentro del consultorio, rodeada por la gran cantidad de diplomas que garantizaban la continúa capacitación profesional, comencé a hablar, el eco de mis palabras revotaba con antiguas imágenes del sufrimiento de Dorita. Le hablaba como si fuera una persona que quisiera escucharme, como si pudiera comprender la situación, le hablaba sufriendo, sintiéndome yo misma Dorita, intentando transferir lo vivido.
Mientras, él leía la historia clínica de otro paciente y cuando terminé me dijo: “Bueno, mirá, vomitar es una cuestión fisiológica, es normal, como hacer las necesidades diarias…”. Se levantó de la silla y sonriendo me extendió el brazo como para que me retirara del consultorio.

miércoles, 22 de julio de 2009

Tardes

“Lo dudo, lo dudo, lo dudo,
Que halles un amor más puro,
Como el que tienes en mí.”
Por Los Panchos


Las amigas de Dorita se habían propuesto concurrir habitualmente a visitarla y a pintar juntas. Y otra vez volvían.
Esta vez, entre bizcochitos y mates, Mirtha se animó a contar una historia o, más bien, su historia con Pedro. Cuando estudiaba, hacía ya muchos años, lo había conocido a él, un español que había venido a la Argentina. Pronto se hicieron amigos y después comenzaron a salir, pero Pedro tenía que volver a España entonces le propuso a ella irse con él. Mirtha lo pensó mucho y finalmente decidió quedarse, ahora estaba viuda, con dos hijos y tenía ganas de volver a verlo a ver a Pedro ¿Qué sería de su vida?
En su interior Mirtha se lo imaginó viejo y soltero, se esforzaba por construir una imagen mental que lo alejara de ella, que le permitiera, desde el presente, enorgullecerse por su antigua decisión.
Entonces se me ocurrió conectarme y que lo buscáramos en Facebook, todas abandonaron sus pinceles y se acercaron a la pantalla, lo encontré y empecé a mostrarle las fotos: Pedro en un bote, Pedro abrazado con una mujer, Pedro besando a una mujer, Pedro con una beba en brazos. Y para Mirtha era eso, Pedro, Pedro, Pedro y una historia que había dejado inconclusa

viernes, 17 de julio de 2009

Tarde de pintura



Dorita tenía un grupo de amigas con las que solía pintar en el taller ubicado a pocos metros del edificio. Como hacía bastante que no asistía a clases las amigas y compañera decidieron llevarle la clase al departamento.
Ni bien llegaron comenzaron a sacar de los bolsos acrílicos, pinceles, agua, cajas de madera. Eran todas mujeres de entre cuarenta y cincuenta años. Pero también estaba Sofía, nieta de una de ellas, a la que le habían dado unas acuarelas y hojas. La nena empezó a pintar y cuando terminó Dorita le preguntó:

-¿Qué es esto verde? ¿Pasto?-
-No, cielo-

lunes, 6 de julio de 2009

Gracias


Con Dorita fuimos al oncólogo, teníamos que pedirle el análisis de sangre para la próxima quimioterapia.
Teníamos muchas ganas de encontrarnos con Gema. Le había mandado unos mails para encontrarnos pero no los respondía. Y bueno, después de las quimios, pensé, viene la liberación, las ganas de hacer cosas, de disfrutar la falta de los compromisos oncológicos.
Una imagen siempre se me venía a la mente. Gema y Santiago sentados, Gema aplicándose la quimio y Santiago leyéndole, hablándole, distrayéndola. Les había tocado uno cubículo pequeño y allí estaban los dos, queriéndose en el transcurrir del suero.
Gema nos hablaba de su pequeña hija, de su vida. Y cuando Gema entraba al consultorio con su boina y sus raros vestidos todos la miraban, ella tan simpática, llena de alegría. El consultorio cambiaba, nos despejaba, nos hacía reír.
Recuerdo la primera vez que la vi, su juventud y su acento español me hicieron pensar que quizás era una estudiante que había venido por poco tiempo a la Argentina. Pero Gema, Gema y Santiago, con la pequeña niña.
Cuando Dorita preguntó por Gema se le llenaron los ojos de lágrimas. No se animó a decírmelo, porque el dolor fue grande y mudo.
¿Qué más podría decir? Nos debemos un café, nos lo vamos a seguir debiendo, porque Gema quería festejar, porque siempre, Gema, gracias a vos, vamos a seguir teniendo ganas de festejar, aunque el dolor sea hondo, tan hondo como el dolor que sentimos ese día.

sábado, 4 de julio de 2009

Gripe A


La gripe porcina llegó a Buenos Aires y junto con ella comenzó el desabastecimiento de barbijos y alcohol en gel.
Algunos caminan asustados y otros se ríen de esos que caminan asustados.
Faltan los besos, porque los argentinos nos saludamos así, cariñosamente. Sin embargo, algunos aún mantienen el ritual y, en medio de tanta paranoia, se convierte en todo un acto revolucionario.
En el noticiero un día dicen: “Cuidado, estamos hablando de vidas humanas, esto no es broma. Alguien se tiene que dar cuenta de la situación, prevención por favor, esto es muy, muy GRAVE”. Al otro día, el mismo periodista, esta vez sonriendo, dice: “Mantengamos la calma, simplemente seamos cautos, pero no se preocupen, a lavarse bien las manos. Está llegando una nueva droga de los Estados Unidos que permitirá mejorar la situación”.
Cuando alguien tose en el subte los otros lo miran y se alejan. Entre los amigos abundan las bromas “¿No tendrás la porcina no?”.
Múltiples facetas de la misma situación que me recuerdan al cáncer y me recuerdan a Dorita. Una vez, una amiga a la que necesitaba hablarle de todo lo que estaba pasando, de lo difícil que era la quimioterapia, me dijo que “Era mucho para ella, que no lo podía superar, que no lo podía soportar”. Me dijo otras cosas y me indigné, terminé gritando, en voz alta, para que la gente del bar escuche: “EL CANCER NO CONTAGIA, NO CONTAGIA”.
Entonces, como Dorita, muchos pasan a ser sospechosos, es preferible alejarse y procurar propios medios profilácticos ante esas otras realidades. La vida es pura profilaxis, pienso.
Pero esta vez todo se confunde, algunos logran infiltrarse. Los pacientes oncológicos son uno de los tantos con barbijos, por primera vez son uno más en la ciudad, camuflados, logran ese tan ansiado anonimato.

domingo, 28 de junio de 2009

Nado furtivo

Después del tema Elvis Crespo siguió otro de Shakira y había que levantar brazos de derecha a izquierda. Me sentí una especie de títere, con dificultades para moverme por la densidad del agua.
Y entonces, recordé cuando era chica y nadaba en el Paraná, nos tirábamos en el medio del río y a nadar, contra la corriente pesada y densa. No había música, había río, había árboles, silencio.
Pero el canto de una compañera de baile me sustrajo abruptamente del recuerdo. La señora era fanática de Shakira y cantaba enérgicamente. Me asusté, sentí que no iba a poder seguir soportándolo entonces planeé mi huida.
En el andarivel de al lado no había nadie así que me sumergí debajo del agua, me pasé y, en vez de nadar un estilo clásico, me incliné por el estilo mariposa. Y comencé a sentir como todo mi cuerpo, entumecido por los ritmos caribeños del acquadance, comenzaba a liberarse. Tenía que hacer muchísima fuerza para sacar los brazos y el torso del agua e incluso mi estado físico era pésimo así que me costaba el doble.
Pero nadé, nadé y nadé. No escuchaba nada, ni la música, ni la compañera cantando. Me sentía bien, tan bien. Llegué al borde de la pileta dispuesta a irme cuando vi que la profesora de acquadance me hacía señas desde el borde de la pileta, me llamaba, así que tuve que ir a ver que me decía, me acerqué y en voz baja me dijo: “Si venís a la clase no podés escaparte al andarivel de al lado a nadar, eso no está bien”. Yo, roja de vergüenza intenté darle una explicación pero ella bajó aún más el tono de voz y me dijo “De todos modos me parece muy bien, yo detesto esto pero ¿qué querés que haga? Me da plata y de algo hay que vivir…”.

sábado, 20 de junio de 2009

Flashdance acuático

Se me ocurrió empezar a hacer algo, pensé en la pileta del club, tenía que averiguar precios y actividades para elegir una.
De chica solía nadar en la pileta del colegio Ward, aún recordaba el vestuario, el olor a cloro, las carreras. Y, también recordaba la primera vez que fui a lo hondo, es decir, la parte más profunda de la pileta. Esa zona era un tanto diabólica, impenetrable, temible, era el otro lado de la pileta. Ahí iba el nivel tiburón y los más chiquitos aún éramos mojarritas.
Pero el día llegó y sentí una alegría enorme. Miraba para abajo con las antiparras y era profundo, movía los pies pero no sentía el piso, había que seguir y seguir, no se podía parar, sino, te ahogabas.
Y otra vez volvía a la pileta, esta vez, la del club Italiano. Las opciones eran:

Acquadance
Pileta Libre
Pileta con profesor


Decidí intentar con la clase gratuita de Acquadance. Y pensaba que, quizás, Dorita podía empezar también, para distraerse, para sentirse bien. Y la pelada no sería un inconveniente, el gorro de látex se la disimularía.
Llegué a la pileta, entré y me dieron una calurosa bienvenida. La profesora mencionó que había una alumna nueva e inmediatamente todos me miraron, eran alrededor de cuarenta, y empezaron a aplaudir. Yo me puse muy colorada pero decidí disimularlo.
La clase comenzó con el tema “Suavemente” de Elvis Crespo y todos empezaron a seguir el paso de la profesora: manos arriba, de izquierda a derecha, de izquierda a derecha, de izquierda a derecha.
Creí que no iba a poder soportar más la clase pero ese era tan sólo el comienzo…

domingo, 14 de junio de 2009

Atardecer



Paradójicamente, la adversidad, lejos de deprimirla, comenzaba a levantarle el ánimo a Dorita.
Había comenzado a salir por el barrio y también disfrutaba de los atardeceres en el balcón.
Hablábamos mucho. ¿Se puede hablar del dolor, de la tristeza, la angustia? Se puede. ¿Se puede hablar del dolor, de la tristeza y de la angustia con humor? Se podía y lo hacíamos.
Dorita se había encontrado con Ricardo, un antiguo compañero de la secundaria: “Me comentó que tenía un esguince, que se estaba quedando pelado y que se acaba de divorciar. Después me preguntó como andaba yo, si me había cambiado el look, le comenté que fue un cambio forzoso, por la quimio y ambos nos reímos, él me terminó diciendo que bueno, que se quejaba pero realmente lo de él no era nada”.
Con Dorita nos reímos y seguimos mirando la puesta del sol.

domingo, 7 de junio de 2009

Visita

"Ah, sí, podemos mirarlos todo el tiempo, y
ellos pueden seguir actuando, pero mientras
pretenden estar representando un cuento
de hadas, están sumidos en una visión
de los muertos que vuelven a la vida."
Otra vuelta de tuerca de Henry James,
traducción de Rolando Costa Picazo




Juana se había ido a vivir a España en la época de la hiperinflación, ahora volvía a visitar su barrio y quería saludarla a Dorita.
Dorita le envió un mail advirtiéndole "Estoy un poco cambiada, algunas cosas pasaron en mi vida". No le dijo que había tenido cáncer ni que estaba recibiendo quimioterapia.
Cuando Juana llegó al departamento, Dorita le abrió la puerta con el pañuelo en su cabeza, Juana se quedó inmóvil y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: "Mujer... ¿Qué te pasó? ¿Cómo estás?".
Intenté imaginarme qué le llamaba la atención. Por supuesto la cabeza rapada, los ojos sin pestañas ni cejas serían un impacto grande, pero además, tenía unas ojeras pronunciadas, su cuerpo estaba muy flaco y en los brazos se destacaban las venas esclerosadas con tonos violetas.
Juana veía a otra Dorita, Juana veía el fantasma de Dorita. En su afán por retomar el pasado de su barrio se encontraba con un presente distinto, que dolía y la asustaba.
Hacía quince años había dejado a su amiga, a quién extrañaba tanto como a las charlas entre mates y los bocaditos Cabsha que le regalaba los días del amigo.
Volvía en busca de su amiga y, efectivamente, encontraba a su amiga, pero sólo veía su sombra, las huellas de una enfermedad.
La charla fue intensa pero en las palabras de Juana, Dorita sentía una cautela inusual que las alejaba, estaban frente a frente pero se sentía aún más lejana que en los mails. Porque en los mails Juana no la veía a Dorita y podían hablar como antes, como siempre, podían hablar.
Juana se fue, la despedida fue emotiva.
Dorita siguió abriendo los mails con la misma alegría y esperanza que antes, esperando un mensaje desde España, pero Juana no volvió a escribirle nunca más.

domingo, 31 de mayo de 2009

Viaje

Viajo para no pensar, me tomo el colectivo, pero…

Renuncia

Escribe mensajes de texto
y yo me quiero sentar
una regla básica y fundamental
el que está sentado nunca debe
siquiera fingir
que se baja
las falsas expectativas son un golpe bajo

La chica escribe mensajes de texto
como el viaje, fragmentario, observo
“Por culpa de esa vieja renuncié
estoy triste :(
encima era en blanco,
espero conseguir algo pronto”

La chica que escribe
tiene la ropa impecable
reloj importado
cartera de marca
se ve como una empresaria exitosa
una chica “cosmo”
muy “Sex and the city”

Pero le escribe un mensaje de texto a su amiga
está triste
La melancolía no se exhibe, pudorosa
viaja por mensaje de texto

domingo, 24 de mayo de 2009

Extrema delgadez

“Sola, fané, descangayada,
la vi esta madrugada
salir de un cabaret;
flaca, dos cuartas de cogote
y una percha en el escote
bajo la nuez;
chueca, vestida de pebeta,
teñida y coqueteando
su desnudez...”
Esta noche me emborracho de Enrique Santos Discépolo



Dorita había perdido muchos kilos con los vómitos producidos por las quimioterapias, estaba extremadamente delgada, temía que se le quebrara algún hueso.
El domingo por la tarde, Sandra, la hija de Leonor, trajo una torta de regalo en agradecimiento por la ardua defensa de Marley, el gato que después de la aparición del cuerpo sin vida de Ramón, había dejado sus frenéticos maullidos. Cuando nos sentamos a tomar unos mates Sandra comenzó a decir que estaba gorda, que necesitaba hacer dieta y mirándola a Dorita añadió: “Mirá que linda estás vos, flaquita, esbelta, toda la ropa te debe quedar divina”.
Dorita la miró, se quedó en silencio, uno de esos silencios que provocan que el otro siga hablando compulsivamente, como para llenar el vacío. Sandra, efectivamente, comenzó a enumerar a la farándula argentina: “Esa tuvo un hijo y a los dos días estaba flaca, flaca, flaca, como si no lo hubiese tenido, ¿a vos te parece? Y la otra que se va al centro de estética, así cualquiera, cero celulitis, a mí lo que me hace falta es plata, todo el día en el gimnasio, comer sano, todo eso”.
Dorita, indignada la interrumpió: “¿A vos te parece que es lindo estar delgada por culpa de estar tres días seguidos vomitando para prevenir una posible futura reaparición del cáncer? ¿Cómo puede ser que el discurso de los medios, el modelo de mujer que imponen, el enorme comercio que gira entorno, te haya absorbido a tal punto de que me veas y me envidies? Hubo otros modelos de mujer, una mujer que no se sacrificaba, que disfrutaba de la comida, una Coca Sarli, por ejemplo”.
Sandra se sonrojó y angustiada le dijo: “Vos porque no tenés idea lo que es ir a probarte ropa y que nada te entre, que la vendedora te traiga cuatro talles diferentes y te diga con cara de lástima que es mejor bajar unos kilitos, ¿sabés una cosa? preferiría tener cáncer con tal de no estar así”.

domingo, 17 de mayo de 2009

Remordimiento

Cuando logré descomprimirme del subte y salí a la calle me invadía un sentimiento de angustia, ¿Y si lograba conseguir trabajo de periodista? ¿Cómo iba a hacer Dorita? Ya nos habíamos convertido en amigas, yo quería verla bien, teníamos que superar juntas la quimioterapia.
Los chistes para lograr distraerla y sacarle la mirada del suero, ¿quién se los iba a contar?, necesitábamos agarrarnos de la mano, salir triunfantes, divinas, para después encerrarnos y seguir, “contra vómito y marea”.
Yo, la que trataba de no involucrarme con nadie, la que transcurría con penas propias desentendiéndose de las ajenas, sentía que a Dorita la quería. Esa mujer, en uno de los peores momentos de su vida, se había vuelto entrañable.
Pero a la vez quería trabajar, necesitaba trabajar y tenía una entrevista en una editorial de turismo.
“Me llamo Valentina, tengo veintiséis años, estoy por empezar la carrera de Letras en la UBA, no tengo experiencia laboral”.

domingo, 10 de mayo de 2009

Entrevista


El edificio había quedado en una peligrosa calma después de un acontecimiento tan inesperado como el de la muerte de Ramón.
En mí persistía una angustia bastanta grande y además se aproximaba otra sesión de quimioterapia. Pero sorprendentemente me llamaron para una entrevista laboral en plena Capital Federal así que mente debió cambiar abruptamente.
Me tomé el colectivo, una hora de viaje y después el subte.
El subte por la mañana es toda una experiencia, sobre todo la línea A con sus coches antiguos, el color amarillento de las luces, el olor a madera quemada, todo un viaje atemporal.
Tanta gente en un espacio reducido provoca un aplastamiento que termina por comprimirse al máximo al llegar a la estación Miserere. Esta vez subía al tren en la mencionada estación una chica con su madre, era la primera vez que viajaba en hora pico y cuando la empujaron para entrar empezó a gritar como loca, “Esto es terrible, basta, basta por favor” todos comenzaron a reírse y a hacer chistes, algo típico en esas situaciones porque comienza una especie de momento divertido donde todos los pasajeros buscan sacarle humor a la situación. Pero resulta que la chica estaba cada vez peor, cada vez más nerviosa y comenzó a gritar“¿Pero de qué se ríen? Esto es terrible, no es para reírse” la madre le explicó: “Ellos viajan siempre están acostumbrados y vos viajás por primera vez eso es lo que pasa” pero la chica estaba indignada era una especie de moralista en medio de nuestra propia anarquía subterránea.

sábado, 2 de mayo de 2009

Olor


Marley seguía con sus maullidos frenéticos y al gato se le sumó la vecina más anciana del edificio: Gioconda. La mujer que vivía en el séptimo a comenzó a preguntar por Ramón, el vecino del departamento de al lado.
Para todos "la vieja" estaba loca y esgrimían todo tipo de argumentos para convencerla:
"No se preocupe, se habrá ido con alguna chica de joda, quédese tranquila"
"En una de esas se fue al Caribe y vuelve todo bronceado"
"Para mí que dejó de pagar las expensas y se rajó, porque los del consorcio están cada vez más rigurosos".
Pero Gioconda estaba preocupada y además creía que el maullido de Marley era un mal ugurio, algo anunciaba.
Mientras, todos los vecinos que me veían me decían que Dorita tenía que aparecer y defender al gato en persona, porque mucho llamado telefónico pero ella ni aparecía...
Pero nadie sabía que el ambiente estaba enrarecido y un olor nauseabundo comenzó a invadir el edificio. Era un olor putrefacto, denso, insoportable. Gioconda gritaba desde el séptimo: "Yo les dije, les dije, algo pasaba con Ramón".
Ramón se había suicidado, se había dejado morir y su cuerpo yacía putrefacto en la cama convertida en lecho mortuorio.
Y con Ramón, también el número 7 indicador del piso había desaparecido, era el único que faltaba. Quedaba la marca, la presencia de la ausencia.
Cuando lo colocaron en la famosa bolsa negra y lo subieron al ascensor nadie se animó a subir con él. El problema surgió cuando alguien llamó el ascensor y el cádaver comenzó a pasear de piso en piso, esa fue su despedida de los vecinos.
Marley había dejado de maullar pero los rumores de los vecinos ahora volvían a acrecentarse, invadían el ascensor, los pasillos; pero a ellos... ¿también había que echarlos?

sábado, 25 de abril de 2009

Nueva adquisición


En todo edificio se generan guerras, desde las temidas reuniones de consorcio hasta las puertas abiertas del ascensor pueden convertirse en el inicio de una batalla.
En este caso el conflicto comenzó con un animal. Leonor, en un intento por reponerse del duelo de Shirley (http://valentinaperiodista.blogspot.com/2008/10/perro-que-ladra.html), decidió adquirir un gato. Marley se había convertido en nuestro nuevo divertimento, pasábamos horas mirando como jugaba e intentaba zafarse de la correa para atacar a las palomas.
Pero un día Marley se enfermó y comenzó a maullar provocando la ira de todos los vecinos que sentenciaban:"Se va el animal o se va ella con el animal". Dorita se indignó y comenzó a llamar por teléfono, a la del doce b le dijo: "¿Te acordás cuando tu hijo era bebé? Bueno, se pasaba horas llorando, toda la noche, ¿alguien te dijo algo?". Luego siguió la del noveno: "¿Te acordás cuando te peleabas con tu hija? puedo enumerarte los temas: huída sin aviso con el novio, la vez que se llevó matemáticas y no te dijo nada o cuando se fue a bailar y volvió a las nueve de la mañana. Se la pasaban gritando ¿pero alguien te dijo algo?".
Cada uno había originado sus propios ruidos molestos pero había que deshacerse del animal cueste lo que cueste.
Indignadas, las tres nos propusimos terminar con tamaña injusticia, Dorita ya había amedrentado a varias vecinas pero aún quedaba mucho trabajo por hacer…

sábado, 18 de abril de 2009

Asco


Siempre fui una persona impresionable, desde la simple idea del más mínimo pinchazo para una extracción de sangre podría desembocar en una huida fugaz. Ni hablar de heridas cortantes.
La primera vez que acompañé a Dorita a sacarse sangre estaba muy preocupada por sus venas debido a que la primera quimio ya había comenzado a dañarlas. Ni bien apareció la aguja tomé la mano de Dorita y le pedí a la chica del laboratorio que no la lastime. Mis ojos no podían salirse de la aguja y de las manos de la chica. Una vez que la aguja comenzó a retirar la sangre pude ver que las facciones de Dorita no se modificaban así que comencé a relajarme.
Incluso antes, cuando Dorita tuvo un drenaje luego de la operación, me ocupaba de inspeccionarlo, necesitaba saber si irrigaba bien, si aparecía algún coágulo.
También me producía arcadas ver y escuchar a alguien vomitar. Pero ni bien Dorita se levantaba de la cama, la agarraba de la cintura, la acompañaba al baño y me preocupaba por inspeccionar que no haya restos de sangre temiendo algún daño interno. Lo que antes me parecía asqueroso o imposible de soportar comenzaba a convertirse en algo rutinario que no me afectaba en lo más mínimo.
¿Sería una cuestión sociológica? ¿Qué era escatológico y que no? Aunque quizás tenía que ver con desprenderme de mis miedos porque había algo, había alguien, que me preocupaba mucho más a tal punto de transformarme completamente.

martes, 14 de abril de 2009

Hospitales

Se ríe el niño dormido
quizás se sienta gorrión esta vez
jugueteando inquieto en los jardines de un lugar
que jamás despierto encontrará

"Plegaria para un niño dormido" tema de Almendra


Cuando operaron a Dorita la clínica rebalsaba de embarazadas, ellas se irían con sus bebés y Dorita sin su tumor. La comparación resulta tan fútil como emotiva, al menos cuando se reactualiza estallando en un recuerdo profundamente fugaz.
Esta vez volvía al hospital pero a recibir a un sobrino, o a quién yo consideraba emotivamente mi sobrino.
La alegría era indescriptiblemente inmensa. Pero comencé a pensar que quizás esas dicotomías mentalmente impuestas eran mucho menos nítidas de lo que parecían.
Cuando Gema, otra paciente con cáncer de mama, salió de la operación, pidió que la dejaran ver “la película”, ya que por culpa de la operación se había quedado sin el final. El cirujano, un poco confuso o indignado, le preguntó a su marido si acaso Gema había entendido que el tumor que le habían extirpado era cancerígeno. Gema comprendía, Gema era totalmente consciente de su cáncer, pero no se iba a privar de hacer lo que tenía ganas de hacer.
La felicidad tiene sus matices, la cultura imponía en qué momentos y cómo manifestarla. Quizás en ese momento debí ser feliz por los hijos que venían y porque Dorita también, a su modo, comenzaría a vivir esa otra vida.

miércoles, 8 de abril de 2009

El baile sin salón


Otra quimioterapia más, pero esta vez me propuse levantarle el ánimo.
Dorita estaba acostada en la cama, agotada, agobiada, sin fuerzas, pero yo quería divertirla así que cuando sus dedos se cansaron sobre el control y apareció Rafaela Carrá me propuse imitar la coreografía. Mi falta de coordinación fue suficiente como para que la cara de Dorita se transformara, y esos labios tan desgastados, ácidos, comenzaron a efectuar una risa suave.
Me sentí ridícula, muy ridícula pero seguí bailando, me cansé, me reí y encima comencé a cantar “Cero tres cero tres cuatro cinco seis….” o algo así, no sabía, cantaba, cantaba, hasta que caí rendida, transpirada. Me había desahogado.

jueves, 2 de abril de 2009

Entrevista

Me estaba dando cuenta de que cuidar a Dorita me permitía no pensar en que tenía que conseguir un trabajo. También comenzaba a desistir del periodismo.
Tenía mucha angustia contenida, demasiada, todo había empezado con mi primera entrevista. Tenía dieciocho años, apenas terminaba el secundario y quería trabajar. Empecé a mirar los clasificados y uno me llamó la atención, buscaban jóvenes para ventas en una localidad vecina, era un agente oficial de una famosa empresa telefónica. Cuando llegué vi a muchos jóvenes de mi edad sentados, casi inmóviles, mudos, todos buscábamos quedar en el puesto, agrupados como gallos de riña.
Apareció el empleador, un hombre alto, de pelo blanco, que comenzó a gritarnos: “¡Ustedes se creen que esto es joda pero acá se viene a laburar! Yo puse a mi hijo a trabajar en una pizzería de cadete, que empiece de abajo. Y ustedes van a tener que hacer cualquier cosa, se van a meter en cualquier lugar con tal de vender teléfonos ¿me entienden? Son todos unos boludos, hay que empezar de abajo, de bien abajo”. Una chica comenzó a quejarse diciendo que no nos podían tratar así, que ella tenía experiencia, que sabía mucho y que quería otra cosa. La respuesta fue rotunda: “Si no te gusta, te vas, chau, te vas”.
Ese fue mi primer encuentro con el mundo laboral.

domingo, 29 de marzo de 2009

Muerte


“Por mi parte, le digo, pienso de otra manera. De qué otra manera, dice él, y yo opino que el tema de la muerte es un tema prohibido, por alguna falla cultural, y que en el fondo se trata de miedo a la muerte”

Los Suicidas, Antonio Di Benedetto

sábado, 21 de marzo de 2009

Fiesta


“Oh mama lascia qu´ il mondo parla”

La mujer que había cuidado a Dorita cuando era chica cumplía años así que teníamos que ir a visitarla. Italiana, de la provincia de Cosenza, Carolina cocinaba rico, muy rico y en especial para los cumpleaños.
Dorita se eligió uno de los pañuelos más lindos y se lo acomodó en la cabeza para tapar la pelada que ahora estaba decorada con unos incipientes pelos. Cuando llegamos, una mujer, Doña Concepción, se quedó inmóvil, se persignó y después de saludarla con miedo continuó comiendo su sándwich de miga. Doña Concepción era en realidad Concheta pero el término le parecía inapropiado por estas tierras así que se había re bautizado.
A mí me toco recibir esa serie de preguntas incómodas e inoportunas que tanto me molestaban, cada vez más: “¿Y vos, qué edad tenés, estás trabajando no?”. Les tuve que explicar que no conseguía trabajo y que estaba cuidando a Dorita. Lo que a mí me preocupaba, más allá de mi propia incomodidad, era que nadie haga sentir mal a Dorita.
Todo marchaba bien pero en cuestión de horas Doña Concepción comenzó a cantar canciones en italiano, a hablar de la vida en Sicilia y en un momento, después de mirarla atentamente a Dorita, su discursó comenzó a virar hacia temas bastante menos felices. Así, empezó a contar la experiencia mortuoria: “En mi pueblo se les sacaba fotos a los muertos, desde la tumba y el cortejo fúnebre iba con caballos, de terciopelo negro, terciopelo negro, ¿entendés?” Yo le dije que casualmente ese era mi color favorito pero eso la indignó: “Y a un velorio, ¿cómo vas vestida? ¿De rosa? Por favorrrr”. Después comentó que la gente se tiraba de los pelos, se golpeaba la cabeza, se arañaba la cara. Yo trataba de imaginarme la situación pero si ampliaba mi análisis terminaba contextualizándolo en una fiesta de cumpleaños ¿Sería que Dorita provocaba ese tipo de reflexiones en la gente? ¿Sentían, mirando a Dorita que se enfrentaban con la muerte o con su propia muerte?
Cuando llegó la hora de irnos Dorita se fue especialmente a saludarla a Doña Concepción y le dijo: “Ya me puedo ir, cambie de tema, relájese y la próxima Doña Concheta llamemos las cosas por su nombre, cáncer, cáncer tengo yo y mire de que colores más lindo me vestí”.

sábado, 14 de marzo de 2009

Excepcional



Porque a veces tenía que sentirme mejor, a veces tenía que recurrir a esa serie de eventos excepcionales.
Como destellos, aparecían para irse, para “evadirse de”, pero después de la fugacidad del instante permanecían, se resistían a abandonarnos.
Y cuando vi esa cortina de plástico en la parrilla de Mercedes recordé las tardes de verano en lo de mi abuela. Sentada en el piso de mosaicos la miraba desde abajo, era una cortina inmensa, magnificente y cuando me disponía a pasarla termina agarrándome de las tiras de plástico, hamacándome para saltar el umbral de la cocina. ¡Y Zas! Aparecía ella, enojadísima y empezaba: “Me las va romper, quedáte quieta por favor, quedáte quieta, dejá esa cortina de una bendita vez, hacéme el favor”. Pero yo me quedaba feliz, esperando que se fuera para agarrarme de vuelta.
La cortina había dejado de ser gigante y a mí ya se me habían olvidado las ganas de prenderme de las tiras. Pero remitían a eso otro, esas cortinas fusionaban temporalidades y volvían, siempre volvían.

jueves, 5 de marzo de 2009

Lista


Cuando me la encontré a la vecina del segundo d que iba tener familia me comentó había leído en la revista “Mi bebé” una lista de cosas que tenía que llevar al hospital: 3 camisones, 1 par de pantuflas, corpiño para amamantar, toallas y un repasador. Repasaba la lista con una naturalidad sorprendente que sólo se vio interrumpida con mi cara de asombro, le pregunté para que iba usar el repasador ¿para qué? Suponía que sólo servía para la cocina.
En ese momento pensé en la gente a la que pagaban para redactar es tipo de artículos, en una de esas se había quedado dormido escribiendo y el olor a repasador quemado de la cocina lo había despertado y ahí lo agregó a la bendita lista. Y ahora, ese ítem empezaba a desvelar a la vecina embarazada de ocho meses y medio y a mí, ilusa, me tocaba el papel de romper esa calma, esa seguridad que le brindaba la revista especializada.
Empecé a pensar entonces en la lista que yo haría para la gente que se hacía quimio, pensé en qué le hacía bien a Dorita en esos momentos de tanto nerviosismo. Una vez se me ocurrió obligarla a jugar un ahorcado, otra vez a la enfermera comenzó a hablarnos de prótesis mamarias y se le ocurrió levantarse la camisa para mostrarnos “lo bien que le habían quedado”. Un juego y una situación sorpresiva eran ideales para calmar la tensión del momento pero ¿y el repasador? ¿Para qué? Cuando volví a mirar a la vecina estaba con la cabeza agachada, dubitativa, así que le pregunté si era tan importante lo del repasador, que mejor era no olvidarse los tres camisones pero ella se bajó y cuando cerraba la puerta me dijo: “¿Tanta lista para qué, hay cosas que se escapan, me cago en esa revista de porquería y me importa un carajo el repasador? ¿sabés?, encima me salió cinco mangos”.

jueves, 26 de febrero de 2009

Buscando

A Dorita le faltaban pocas quimios y me preocupaba no conseguir trabajo así que recomencé la búsqueda.
Me encontré con una amiga, me dijo que un famoso realizador del nuevo cine argentino necesitaba gente para su nueva película y como yo en algún momento había estudiado algo de cine creí que era una muy buena oportunidad.
Llamé y me citaron para una entrevista en la productora. En ese momento pensé en sus películas de crítica social, su cine comprometido, ese aspecto me atraía, lo sentía cercano al periodismo.
El director me hizo pasar a su oficina reluciente, repleta de diplomas de Cannes, sentí como si todo eso me aplastara (después comprobaría que era una premonición).
Me preguntó qué hacía, si tenía experiencia, pero ante mi negativa comenzó con su discurso:
“Mmmm…. Entonces…. ¿Sabés cebar mate? ¿Sabés sacar fotocopias? Porque eso es lo que vas a tener que hacer, no tenés experiencia… Antes de que te pidan algo vos lo tenés que hacer, te tenés que anticipar, ¿me entendés? Así se empieza, quiero que te quede bien clarito. Y bueno, respecto a la plata, en todo caso te daremos algo de viáticos, esto es un meritorio vos entenderás….”
Me quedé atónita. No era una película de bajo presupuesto, todo lo contrario, era una co-producción con España y tenía escenarios armados sólo para el film…
La imagen que había creado para los demás se desmoronaba, el supuesto discurso de crítica social era una farsa, en la práctica hacía todo lo contrario.
Tiempo después aparecería en televisión haciendo alarde de sus películas comprometidas para deleite de la audiencia que lo admiraba, todo un genio, un buen tipo, pero para mí un gran hipócrita.

lunes, 16 de febrero de 2009

Cirujano


-Doctor, ¿Eso es un nódulo o un tumor? ¿Cuál es la diferencia?-
-Un nódulo es una masa que ocupa volumen-
-¿Y un tumor?-
-Un tumor es una masa que ocupa volumen-
-¿Entonces son sinónimos?-
-Son masas que ocupan volumen-
Recordaba vagamente ese diálogo con el cirujano de Dorita, en su momento me fastidió mucho, lo sentí como una cargada, pero al tiempo descubrí que él estaba haciendo algo que yo no esperaba: desdramatizar. En mi primer enfrentamiento con el cáncer estaba filtrando todo con lugares comunes.
¿Tumor o nódulo? ¿Qué importa? La diferencia estaba en todo lo que los términos connotaban y esa era la razón por la cual Dorita prefería decir siempre “nódulo” en vez de tumor y “un tratamiento” en vez de quimioterapia. El lenguaje le daba su resguardo, su posibilidad de seguir adelante sin toparse con todos los prejuicios que conllevaba “la enfermedad” a la que yo prefería llamar CANCER.
Además muchos me decían que Dorita iba a perder la movilidad del brazo por culpa de la operación, que todo le iba a resultar más difícil y Dorita tenía miedo, ella quería pintar, esa era su ocupación, pintar y enseñar a pintar. Un día fuimos al consultorio y cuando el médico la vio a Dorita con el brazo inmóvil la increpó:
-¿Qué le pasa en el brazo?-
-Me molesta, por la operación ¿vio?
-Yo le operé de la mama no del brazo…-
Dorita se quedó callada mirándolo, yo no lo podía creer pero al otro día cuando comenzó a mover el brazo como si nada entendí que se había producido el efecto deseado.
Era mucho más prejuiciosa de lo que pensaba, creía que todos los médicos eran insensibles e inhumanos pero la aparente insensibilidad de este avanzaba contra mí enfrentándome, enfrentándolo, enfrentándonos y enfrentándola, un gran provocador.

domingo, 1 de febrero de 2009

Mujeres

Por el camino va Malinche,
paso de polvo y canela
mira que voy buscando
por el camino a mi corazón

Canta Lila Downs en “La Malinche”


Cómo me habían dicho que en el barrio de Once se conseguían productos a muy buen precio me decidí a ir. Cuando llegué me sorprendió la explosión de color, carteras, telas, collares, hebillas y el calor que no detenía el ímpetu voraz de los caminantes apostados estratégicamente en los negocios con mejores precios.
Y así fue que entre a esta mercería, “París” para buscar ropa interior para mí y para Dorita. Una mujer mayor elegía un camisón para una sobrina que estaba embarazada y la habían internado, la mujer se quejaba, estaba molesta y entonces yo me dispuse a decirle algo duro, últimamente me gustaba que la gente se impacte para que deje de protestar absurdamente por lo que yo consideraba nimiedades: “Mucho peor es el cáncer, yo estoy cuidando a una mujer que no para de vomitar a causa de la quimioterapia”. La mujer siguió estirando el camisón, mirándolo, luego de unos segundos me miró y se río:
“Yo tuve cáncer hace treinta años y mirá cómo estoy, viva, bien y en mi época era otra cosa eh…”
Yo no me lo esperaba pero seguimos hablando y hablando, habré pasado una hora en esa mercería, estábamos inmersas en una especie de dimensión desconocida acolchonada por paredes de bombachas, corpiños, medias y camisones.
Las dos compartíamos una historia, dos mujeres, como muchas otras, que habían logrado encontrarse en el medio de los comercios. Nos habíamos detenido a hablar, que la metástasis, que los oncólogos, las estadísticas, pero vivíamos y sobrevivíamos, hablábamos y cuando nos dimos cuentas nos rodeaban otras mujeres, todas estábamos hablando del cáncer y se podía, porque lo estábamos humanizando.
Aparecía el tema prohibido, del que no hay que hablar, porque despierta sospechas, porque mejor evadirlo, “A mí siempre me dieron bien las mamografías” “Yo estoy bárbara”. Nosotras, tan imperfectas, derribábamos prejuicios, nosotras nos habíamos encontrado en esa mercería del barrio de Once.

jueves, 22 de enero de 2009

Ritual





A Dorita le había llegado la invitación para el casamiento de la hija de Raquel, una amiga y antigua compañera de las clases de Yoga.
Ambas nos reíamos pensando en lo que se ahorraba en el peinado, la tintura, el corte del pelo, alcanzaba para comprarse un muy lindo pañuelo y así fue, le elegí uno verde tornasolado.
Dorita se bañó, se maquilló bien para que no se le notaran las ojeras que habían adquirido un denso color morado y comenzó con el ritual del pañuelo. Iba y venía, giraba en el aire, le daba un tono a la luz blanquecina de la ventana, tenía una libertad casi absoluta que iba cediendo a los dobleces y acomodamientos. Finalmente quedó "¿Así te gusta?" yo, inmóvil, la miraba…¿Esa era Dorita?

jueves, 15 de enero de 2009

Amanecer en Torino

Sentía que no podía más, ver los efectos de la quimioterapia en Dorita me afectaba mucho más de lo que suponía. Todavía faltaban algunas sesiones pero yo creía que no iba a poder seguir, creía, sentía, pero seguía apoyándola. Llegaba a casa y lloraba, “todavía faltan, hay que seguir”, frases hechas, absurdas, cliché, no alcanzaban.
Sin embargo, algunos destellos de felicidad intermitente aparecían, “si había empezado tenía que terminar”. Dorita me necesitaba, tanto como yo a ella.
Un fin de semana mis amigas mi invitaron a salir, querían ir a bailar, a mi mucho no me entusiasmaba la idea. Dorita me insistió para que vaya, ella estaba bien y yo necesitaba despejarme así que decidí ir. Yo solía pensar que las fiestas eran una forma de ahuyentar las penas, una especie de purga emocional.
Salimos, bailamos, bailamos, me divertí. La música a todo lo que da, las luces, perderse, sensación de no lugar.
Cuando salimos del boliche eran las seis de la mañana, tomamos el colectivo y nos bajamos en avenida Juan B. Justo y Avenida y San Martín, ahí lo vemos a él, imponente, amaneciendo, despertando, con un brote desmedido de facturas. Nos miramos, nos entendimos y entramos. Al café “Torino” lo habíamos visto miles de veces y ahora era hora de alzar nuestros Capuchinos y brindar.

martes, 6 de enero de 2009

Volver a salir



Con Dorita escuchábamos que había fallecido una chica de 30 años por un cáncer de mama fulminante.
Mientras esperaban su turno las pacientes hablaban y esa historia se les había deslizado fugazmente con una gran cantidad de datos adosados. La chica tenía un novio que la había acompañado en la enfermedad e incluso se habían comprometido a pesar de que le quedaban pocos meses de vida. La muerte le llegó en el hospital aunque querían trasladarla a su casa para que pudiera disfrutar sus últimos días. Eso a mí me producía tristeza, pensaba en lo bueno que hubiese sido la muerte en donde ella quería, esa despedida con olor a comida de hospital y a desinfectante me parecía totalmente injusta.
Dorita escuchaba atentamente hasta que le tocó el turno. Yo me quedé escuchando el relato y ella alejándose con la mirada fijada en esas dos mujeres a las que les estábamos robando la historia.
La charla continuó con algunos reproches al oncólogo, comentarios acerca de los hijos que nunca las habían visto sin peluca y la suba de precios en el supermercado chino.
Cuando Dorita salió me preguntó cómo había seguido la historia pero yo preferí decirle que esas dos mujeres habían comentado lo bien que la habían pasado a la noche, que se habían ido a bailar y una de ellas, soltera, se había levantado a un joven de veinte añitos. Dorita se rió y salimos del consultorio.
Cuando volvíamos Dorita me comentó que tenía ganas de salir, de empezar a dejar el encierro que se había auto impuesto yo le dije que me parecía muy bien y la prefería sin peluca, ella mirándome seria y cambiando el tono me dijo: “No mentís bien, se te nota, pero igual me dieron ganas”.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Tonada de un nuevo amor


Julia era amiga de Dorita pero desde que se había quedado pelada no se animaba a visitarla hasta que por fin una noche apareció.
Ambas compartían el gusto por el arte así que cuando comenzó a contarle lo que había vivido aquella noche la vista desde el balcón se fue transformando en escenario a medida que se le escurrían las palabras en una verborragia atrapante.
Ya hacía un año que Julio Bocca dejaba la danza en un escenario en plena avenida de Julio al lado del Obelisco porteño. Julia quería ir a verlo y se fue temprano con su banquito en mano, se sentó y fue presenciando la llegada de tanta pero tanta gente que ya ese mismo acontecimiento le provocaba emoción.
Pasaron las horas hasta que por fin apareció en el escenario, Julia recordaba en detalle cómo habían bailado Cecilia Figaredo y Julio mientras Mercedes Sosa cantaba “Tonada del viejo amor”. Cuando uno no encuentra adjetivos para describir esa voz es porque ha logrado su cometido, se erige entonces como canción única, irrepetible, que perpetúa un silencio de goce.
Tanto la canción como el baile habían sido repetidos tantas veces pero la paradoja de ese momento consistía en sentirlas como auténticamente improvisadas para cada uno de los espectadores.
Y en cada momento de recuerdo la imagen se actualizaba, íbamos junto con Julia a ese momento al que ella había retornado tantas veces.
Pero esta vez había algo más, Julia interrumpió abruptamente su relato y la miró a Dorita, le pidió disculpas por no haberla acompañado en las sesiones de quimioterapia y prosiguió contando lo que le había pasado esa misma noche. En palabras de Julia: “No saben la cantidad de gente que había, yo había quedado en el medio de la multitud, bastante alejada del escenario y empecé a sentirme mal, tenía frío, así que me cubrí la cabeza con la capucha de la campera lo que provocó una gran irritación de los espectadores . Yo comencé a reírme, me di vuelta y mirándolos a los que estaban más cercas y más enojados les dije que estaba pelada y que el vientito me daba más frío. Las caras de estupor son graciosamente indescriptibles pero más divertido aún me resultaron los insultos de una chica que los catalogaba como bestias, animales, porque no se habían dado cuenta de mi situación”.
Dorita intentaba ocultar su cáncer, Julia había ocultado su cáncer pero Dorita y Julia se estaban acompañando y empezando a renovar esa antigua tonada que las había hecho tan unidas.