lunes, 8 de septiembre de 2008

Sin trabajo

Diego, el hijo de Dorita, apareció en el departamento de sorpresa, como vivía en Pinamar se le hacía difícil cuidar a su mamá.
Pero esta vez no traía buenas noticias, lo habían echado y con cincuenta años le costaba mucho volver a conseguir trabajo. Dorita se indignó, para ella era joven, pero yo le expliqué que en el ámbito laboral tener cincuenta o más significaba ser viejo y, para demostrárselo, le leí un aviso:

INGENIEROS
Nos orientamos a Ingenieros mecánicos.
Asistirá directamente al Gerente de Construcciones.
Edad: entre 28 y 38 años.
Enviar CV a…

Dorita se resistía a creernos hasta que Diego le comentó las pocas entrevistas que había tenido: “La primera fue en una consultora de Mar del Plata, una chica joven comenzó a hacerme preguntas y luego terminó diciéndome que tenía demasiada experiencia para el puesto y que buscaban gente más joven. Después tuve una entrevista en una empresa y me dijeron que mi perfil no era el adecuado lo cual me sorprendió porque mi experiencia coincidía exactamente con lo que buscaban y, por último, llamé a una consultora porque ya había tenido una entrevista y me dijeron que la empresa había seleccionado a un candidato más joven.”.
Dorita, indignada le dijo: “Pero entonces, ¿Qué podés hacer? Porque no tenés la edad para jubilarte ni tan poco para trabajar, estás excluido del sistema, eso es muy injusto además de absurdo, con tu edad tenés más experiencia...”.
Diego la abrazó para decirle:
“¿Cómo andás vos viejita? estás más flaca pero el pañuelo te queda bárbaro, muy lindo look te hace, ¿Anduvo mejor la última quimio?”
Yo le expliqué: “Más o menos, seguimos con los vómitos, es difícil, pero ella se la banca muy bien, tiene mucha fuerza salvo para salir, tiene miedo de lo que digan los vecinos”
Diego: “Dejáte de hinchar mamá, salí, estás hermosa”
Dorita, interrumpiéndolo: “Me acabás de decir que estoy más flaca y encima, pelada, ¿Sabés la de pavadas que van a decir?, me van a preparar la corona para el velorio”.
Yo pensé que los tres estábamos socialmente jodidos: Dorita era para los demás un muerto vivo, llevaba las marcas del cáncer en su cuerpo, Diego acababa de convertirse en un desempleado, dejaría de ser el hombre que mantiene su hogar y yo, con veinticuatro años, no podía conseguir un trabajo fijo, era una vaga mantenida…
La canción del poeta Pablo Milanés, “Yo no te pido”, debía convertirse en nuestro lema:
“Y en el presente que me importa la gente si es que siempre van a hablar”.