lunes, 29 de septiembre de 2008

No sabés cuanto te extraño…


Cuando llegué temprano al departamento la vi a Dorita muy triste, angustiada. Otra vez insistí con que salga y por primera vez me animé a abrazarla, ella no sabía, pero a mí me costaba mucho, me angustiaba, me hacía sentir vulnerable. Dorita comenzó a llorar y cada vez me abrazaba con más fuerza, le dije que se calmara, que toda iba a estar bien, que faltaba un poco menos para terminar con la quimio pero ella no me respondía, cada vez lloraba con más fuerza.
Dorita enfrentaba su angustia, se sumergía, la lloraba. Cuanto se sentía un poco mejor decidí prepararle un budín energético que había inventado para que se reponga de la quimio porque las defensas bajaban mucho y se sentía muy débil.
Almendras y nueces al horno procesadas, harina, huevos, manteca, azúcar y muchas pasas de uva. El olor dulcísimo con toques navideños se expandía por el edificio. Lo particular de vivir en este tipo de edificaciones consistía en ir capturando olores y sonidos a medida que uno viajaba por el ascensor, una apropiación repentina.
Dorita necesitaba esos sabores para sacarse la acidez de tantos vómitos y de tanto encierro.
Ni bien lo probó se sonrió y me dijo que quizás me convenía ponerme una empresa gastronómica ¡y de ahí directo al canal Gourmet! Luego comenzó a decirme que le preocupaba que los jóvenes no consigan trabajo, lo difícil que era, ella a mi edad había logrado comprar el departamento junto su esposo y vivían bastante bien pese a las dificultades tan autóctonas de nuestro país. Para mí, como para tantos otros, eso era totalmente impensable, una utopía, hasta costaba alquilar así que ni pensar en comprar algo, por otro lado, también estaba la inestabilidad laboral, la dificultad de mantener un empleo estable.
La charla siguió entre budín y mate, evadiendo el sentimiento asfixiante de Dorita que movía sus dedos debajo del pañuelo, rascando su cabeza, buscando, añorando.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Perras

Las tardes de verano eran insoportables así que mientas Dorita descansaba debajo del ventilador de techo yo salía al balcón. Como vivía en un departamento interno, disfrutaba de la vista que tenían los que daban a la avenida.
Un día, al sentir a unos perritos ladrando con un sonido agudo y molesto, decidí tratar de ver donde estaban, miré, miré, pero nada, no los podía encontrar, hasta que mi vista se fijó en una terraza, la lindera al bar de enfrente. El lugar estaba lleno de objetos como tablones de madera y se destacaba un colchón destruído que les servía a los cachorros para esconderse y jugar. De repente se apareció una mujer obesa, con calzas color fucsia que le marcaban la figura, una remera que le levantaba su exuberante delantera, ojotas ruidosas y una palangana verde chillón que apoyó en un tablón. Acalorada, la mujer sacó repentinamente una bombacha color rosado de la palangana para disponerse a colgarla en la soga pero uno de los cachorros saltó y se la sacó de la mano, lo que provocó gran griterío, risas y la aparición de otras dos señoritas también con calzas que corrían como locas a los cachorros que destruían y masticaban la bombacha. Las corridas duraron hasta que una de ellas le pegó al cachorro y por fin logró sustraerle la prenda íntima en discordia.
Yo también empecé a tentarme, no podía creer lo que estaba viendo, era un acontecimiento fuera de lo cotidiano, como un pequeño cortometraje cómico al aire libre, gratis. Cuando le comenté a Dorita lo que acababa de ver me explicó que ahí enfrente estaba el nuevo prostíbulo del barrio, así que seguro esas eran las chicas que trabajaban y las que le compraban profilácticos a la vecina del kiosco que había incrementado notablemente sus ingresos.
Según parecía, la bonanza del barrio era notoria, Dorita había visto la transformación de los hombres que entraban disimulando e impacientes por la espera hasta que les abrieran, y salían apaciguados, sonrientes.
El prostíbulo nos daba a cada uno, a su manera, una alegría…

domingo, 14 de septiembre de 2008

A bordo, la inspiración

De tanto viajar en colectivo (para comprarle cosas a Dorita, para acompañarla al oncólogo, para buscar trabajo) fui percibiendo a mi alrededor situaciones que se me materializaron a través de poemas, aquí van:

Un peso cuarenta

De noche
Por el parabrisas
las lucecitas
y
la chica del colectivo
flequillito top
le habla
celular hecho mechón
“No sos mi novio
ni mi marido
No tengo porque darte
Ninguna explicación
Por una vez que viniste a casa…
¿pero qué te creés?”
el colectivero hace tiempo
y esa música romanticona
taladra

Continúa la escena
ella lo quiere dejar
(aunque no es la novia ni la esposa)
Ricky Martin dice que él la olvida y extraña
Pero yo pienso
tiene dos agujeros negros en los ojos
debe brillar
ese crazy diamond

Finjo no escuchar
la música
la voz chillona
el parece que la quiere
ella le corta el celular, le vuelve a cortar
Me mira
Intuye que le robo
Su historia
Me golpea con su carterita
Huye al primer asiento
Una foto
Se recuesta,
fila derecha
Las luces amarillas
Se suceden a la izquierda
El colectivo
en movimiento
la historia adherida
estas hojas

Se baja en Ciudadela
se escurre en las calle oscuras
(con las saqueos
se fue la luz de la verdulería)
la veo irse
la retengo
el colectivo,
mi mirada
un paneo hasta que se pierde
más oscuridad
pero de fundido a negro

Dos puntos:

Volviendo
A punto de llegar
El colectivo pegando la vuelta
La plaza
Los pibes
charlan
El MSN
Una chica

“¿Sabés que pasa?
la mina se acuerda de todo
el primer día que hablamos
lo que le dije
lo que me respondió
se acuerda de todo
pero yo,
yo no
la mina está enganchada
¿entendés?
Yo no me acuerdo”

La definición
el recuerdo
captura de afectos

[La imagen se forma
cuando la luz
entra en contacto con la película]

Dos adolescentes
Hablando
en vivo y en directo
Entre fierros
Ruidos
motor
Frenadas
Uno de ochenta (anacronismo)
Se atreven,
Conversando
Definen,
Se definen
La definen

Ella lo quiere
recordando
él
La olvida
Y sino toca timbre
Se le pasa la parada

lunes, 8 de septiembre de 2008

Sin trabajo

Diego, el hijo de Dorita, apareció en el departamento de sorpresa, como vivía en Pinamar se le hacía difícil cuidar a su mamá.
Pero esta vez no traía buenas noticias, lo habían echado y con cincuenta años le costaba mucho volver a conseguir trabajo. Dorita se indignó, para ella era joven, pero yo le expliqué que en el ámbito laboral tener cincuenta o más significaba ser viejo y, para demostrárselo, le leí un aviso:

INGENIEROS
Nos orientamos a Ingenieros mecánicos.
Asistirá directamente al Gerente de Construcciones.
Edad: entre 28 y 38 años.
Enviar CV a…

Dorita se resistía a creernos hasta que Diego le comentó las pocas entrevistas que había tenido: “La primera fue en una consultora de Mar del Plata, una chica joven comenzó a hacerme preguntas y luego terminó diciéndome que tenía demasiada experiencia para el puesto y que buscaban gente más joven. Después tuve una entrevista en una empresa y me dijeron que mi perfil no era el adecuado lo cual me sorprendió porque mi experiencia coincidía exactamente con lo que buscaban y, por último, llamé a una consultora porque ya había tenido una entrevista y me dijeron que la empresa había seleccionado a un candidato más joven.”.
Dorita, indignada le dijo: “Pero entonces, ¿Qué podés hacer? Porque no tenés la edad para jubilarte ni tan poco para trabajar, estás excluido del sistema, eso es muy injusto además de absurdo, con tu edad tenés más experiencia...”.
Diego la abrazó para decirle:
“¿Cómo andás vos viejita? estás más flaca pero el pañuelo te queda bárbaro, muy lindo look te hace, ¿Anduvo mejor la última quimio?”
Yo le expliqué: “Más o menos, seguimos con los vómitos, es difícil, pero ella se la banca muy bien, tiene mucha fuerza salvo para salir, tiene miedo de lo que digan los vecinos”
Diego: “Dejáte de hinchar mamá, salí, estás hermosa”
Dorita, interrumpiéndolo: “Me acabás de decir que estoy más flaca y encima, pelada, ¿Sabés la de pavadas que van a decir?, me van a preparar la corona para el velorio”.
Yo pensé que los tres estábamos socialmente jodidos: Dorita era para los demás un muerto vivo, llevaba las marcas del cáncer en su cuerpo, Diego acababa de convertirse en un desempleado, dejaría de ser el hombre que mantiene su hogar y yo, con veinticuatro años, no podía conseguir un trabajo fijo, era una vaga mantenida…
La canción del poeta Pablo Milanés, “Yo no te pido”, debía convertirse en nuestro lema:
“Y en el presente que me importa la gente si es que siempre van a hablar”.