domingo, 31 de mayo de 2009

Viaje

Viajo para no pensar, me tomo el colectivo, pero…

Renuncia

Escribe mensajes de texto
y yo me quiero sentar
una regla básica y fundamental
el que está sentado nunca debe
siquiera fingir
que se baja
las falsas expectativas son un golpe bajo

La chica escribe mensajes de texto
como el viaje, fragmentario, observo
“Por culpa de esa vieja renuncié
estoy triste :(
encima era en blanco,
espero conseguir algo pronto”

La chica que escribe
tiene la ropa impecable
reloj importado
cartera de marca
se ve como una empresaria exitosa
una chica “cosmo”
muy “Sex and the city”

Pero le escribe un mensaje de texto a su amiga
está triste
La melancolía no se exhibe, pudorosa
viaja por mensaje de texto

domingo, 24 de mayo de 2009

Extrema delgadez

“Sola, fané, descangayada,
la vi esta madrugada
salir de un cabaret;
flaca, dos cuartas de cogote
y una percha en el escote
bajo la nuez;
chueca, vestida de pebeta,
teñida y coqueteando
su desnudez...”
Esta noche me emborracho de Enrique Santos Discépolo



Dorita había perdido muchos kilos con los vómitos producidos por las quimioterapias, estaba extremadamente delgada, temía que se le quebrara algún hueso.
El domingo por la tarde, Sandra, la hija de Leonor, trajo una torta de regalo en agradecimiento por la ardua defensa de Marley, el gato que después de la aparición del cuerpo sin vida de Ramón, había dejado sus frenéticos maullidos. Cuando nos sentamos a tomar unos mates Sandra comenzó a decir que estaba gorda, que necesitaba hacer dieta y mirándola a Dorita añadió: “Mirá que linda estás vos, flaquita, esbelta, toda la ropa te debe quedar divina”.
Dorita la miró, se quedó en silencio, uno de esos silencios que provocan que el otro siga hablando compulsivamente, como para llenar el vacío. Sandra, efectivamente, comenzó a enumerar a la farándula argentina: “Esa tuvo un hijo y a los dos días estaba flaca, flaca, flaca, como si no lo hubiese tenido, ¿a vos te parece? Y la otra que se va al centro de estética, así cualquiera, cero celulitis, a mí lo que me hace falta es plata, todo el día en el gimnasio, comer sano, todo eso”.
Dorita, indignada la interrumpió: “¿A vos te parece que es lindo estar delgada por culpa de estar tres días seguidos vomitando para prevenir una posible futura reaparición del cáncer? ¿Cómo puede ser que el discurso de los medios, el modelo de mujer que imponen, el enorme comercio que gira entorno, te haya absorbido a tal punto de que me veas y me envidies? Hubo otros modelos de mujer, una mujer que no se sacrificaba, que disfrutaba de la comida, una Coca Sarli, por ejemplo”.
Sandra se sonrojó y angustiada le dijo: “Vos porque no tenés idea lo que es ir a probarte ropa y que nada te entre, que la vendedora te traiga cuatro talles diferentes y te diga con cara de lástima que es mejor bajar unos kilitos, ¿sabés una cosa? preferiría tener cáncer con tal de no estar así”.

domingo, 17 de mayo de 2009

Remordimiento

Cuando logré descomprimirme del subte y salí a la calle me invadía un sentimiento de angustia, ¿Y si lograba conseguir trabajo de periodista? ¿Cómo iba a hacer Dorita? Ya nos habíamos convertido en amigas, yo quería verla bien, teníamos que superar juntas la quimioterapia.
Los chistes para lograr distraerla y sacarle la mirada del suero, ¿quién se los iba a contar?, necesitábamos agarrarnos de la mano, salir triunfantes, divinas, para después encerrarnos y seguir, “contra vómito y marea”.
Yo, la que trataba de no involucrarme con nadie, la que transcurría con penas propias desentendiéndose de las ajenas, sentía que a Dorita la quería. Esa mujer, en uno de los peores momentos de su vida, se había vuelto entrañable.
Pero a la vez quería trabajar, necesitaba trabajar y tenía una entrevista en una editorial de turismo.
“Me llamo Valentina, tengo veintiséis años, estoy por empezar la carrera de Letras en la UBA, no tengo experiencia laboral”.

domingo, 10 de mayo de 2009

Entrevista


El edificio había quedado en una peligrosa calma después de un acontecimiento tan inesperado como el de la muerte de Ramón.
En mí persistía una angustia bastanta grande y además se aproximaba otra sesión de quimioterapia. Pero sorprendentemente me llamaron para una entrevista laboral en plena Capital Federal así que mente debió cambiar abruptamente.
Me tomé el colectivo, una hora de viaje y después el subte.
El subte por la mañana es toda una experiencia, sobre todo la línea A con sus coches antiguos, el color amarillento de las luces, el olor a madera quemada, todo un viaje atemporal.
Tanta gente en un espacio reducido provoca un aplastamiento que termina por comprimirse al máximo al llegar a la estación Miserere. Esta vez subía al tren en la mencionada estación una chica con su madre, era la primera vez que viajaba en hora pico y cuando la empujaron para entrar empezó a gritar como loca, “Esto es terrible, basta, basta por favor” todos comenzaron a reírse y a hacer chistes, algo típico en esas situaciones porque comienza una especie de momento divertido donde todos los pasajeros buscan sacarle humor a la situación. Pero resulta que la chica estaba cada vez peor, cada vez más nerviosa y comenzó a gritar“¿Pero de qué se ríen? Esto es terrible, no es para reírse” la madre le explicó: “Ellos viajan siempre están acostumbrados y vos viajás por primera vez eso es lo que pasa” pero la chica estaba indignada era una especie de moralista en medio de nuestra propia anarquía subterránea.

sábado, 2 de mayo de 2009

Olor


Marley seguía con sus maullidos frenéticos y al gato se le sumó la vecina más anciana del edificio: Gioconda. La mujer que vivía en el séptimo a comenzó a preguntar por Ramón, el vecino del departamento de al lado.
Para todos "la vieja" estaba loca y esgrimían todo tipo de argumentos para convencerla:
"No se preocupe, se habrá ido con alguna chica de joda, quédese tranquila"
"En una de esas se fue al Caribe y vuelve todo bronceado"
"Para mí que dejó de pagar las expensas y se rajó, porque los del consorcio están cada vez más rigurosos".
Pero Gioconda estaba preocupada y además creía que el maullido de Marley era un mal ugurio, algo anunciaba.
Mientras, todos los vecinos que me veían me decían que Dorita tenía que aparecer y defender al gato en persona, porque mucho llamado telefónico pero ella ni aparecía...
Pero nadie sabía que el ambiente estaba enrarecido y un olor nauseabundo comenzó a invadir el edificio. Era un olor putrefacto, denso, insoportable. Gioconda gritaba desde el séptimo: "Yo les dije, les dije, algo pasaba con Ramón".
Ramón se había suicidado, se había dejado morir y su cuerpo yacía putrefacto en la cama convertida en lecho mortuorio.
Y con Ramón, también el número 7 indicador del piso había desaparecido, era el único que faltaba. Quedaba la marca, la presencia de la ausencia.
Cuando lo colocaron en la famosa bolsa negra y lo subieron al ascensor nadie se animó a subir con él. El problema surgió cuando alguien llamó el ascensor y el cádaver comenzó a pasear de piso en piso, esa fue su despedida de los vecinos.
Marley había dejado de maullar pero los rumores de los vecinos ahora volvían a acrecentarse, invadían el ascensor, los pasillos; pero a ellos... ¿también había que echarlos?