sábado, 16 de agosto de 2008

No quiere salir


Dorita no quería salir, yo le insistía, además los vecinos preguntaban. “¿Qué le pasó a Dorita? Hace mucho que no la veo, ya no sale ni hacer las compras ¿Vos porqué te la pasás en su departamento?”. Ella estaba triste, muy triste, me decía que si la veían iban a decir con cara sospechosa: “esta tiene la papa, se va a morir, le falta poco” y ella no tenía ganas de escuchar esas pavadas.
Dorita tuvo cáncer de mama, le extirparon un tumor pero a la gente no le gusta oír esas palabras porque son aparentes sinónimos de muerte. El lenguaje, entonces, tiene que enmascarar lo innombrable, en vez de cáncer, “la papa”, en vez de tumor “nodulito”.
A mí me preocupaba bastante verla así, tan angustiada, entonces le presté un libro, “La enfermedad y sus metáforas” de Susan Sontag. La autora analiza el halo de misterio y peligro sobre el cáncer y el sida relacionándolo con la psicosis que antiguamente se le confería a la tuberculosis.Cuando se lo di Dorita quedó perpleja, como asustada, me miró sorprendida y me dijo: “¿Para mí el libro?”, asentí con la cabeza y su mirada quedó como perdida, mirando por la ventana.La psicosis vecinal era lo que no soportaba Dorita entonces pensé que quizás el libro le iba a servir.Incluso muchas de sus amigas habían tenido cáncer pero ninguna se animaba a nombrarlo, ese era el nuevo cuco de Ramos Mejía.
El silencio era el problema, ¿Cómo podía compartir el dolor que sentía? Dorita necesitaba que alguna le hablara de las pelucas, de los pañuelos, de la “fiebre de vómitos por la noche”, del miedo, de la angustia. El cáncer era de otros, nunca de uno y el encierro contribuía a esa ficción-tranquilizadora-de-conciencias.Cada vez me encariñaba más con ella, me la pasaba horas en su casa.
Esa noche cuando me fui estaba el vecino del “a” que asomándose por la puerta y mirando para adentro me preguntó: “¿Cómo anda Dorita?” yo me quedé inmóvil, miré para adentro y Dorita hacía señas desesperadas para que cierre, tenía miedo de que la vea. Mi incómoda respuesta fue un “Bien, bien” y mi mente se imaginó a Dorita saliendo, mostrando sin pudores esa cabeza pelada.