jueves, 26 de febrero de 2009

Buscando

A Dorita le faltaban pocas quimios y me preocupaba no conseguir trabajo así que recomencé la búsqueda.
Me encontré con una amiga, me dijo que un famoso realizador del nuevo cine argentino necesitaba gente para su nueva película y como yo en algún momento había estudiado algo de cine creí que era una muy buena oportunidad.
Llamé y me citaron para una entrevista en la productora. En ese momento pensé en sus películas de crítica social, su cine comprometido, ese aspecto me atraía, lo sentía cercano al periodismo.
El director me hizo pasar a su oficina reluciente, repleta de diplomas de Cannes, sentí como si todo eso me aplastara (después comprobaría que era una premonición).
Me preguntó qué hacía, si tenía experiencia, pero ante mi negativa comenzó con su discurso:
“Mmmm…. Entonces…. ¿Sabés cebar mate? ¿Sabés sacar fotocopias? Porque eso es lo que vas a tener que hacer, no tenés experiencia… Antes de que te pidan algo vos lo tenés que hacer, te tenés que anticipar, ¿me entendés? Así se empieza, quiero que te quede bien clarito. Y bueno, respecto a la plata, en todo caso te daremos algo de viáticos, esto es un meritorio vos entenderás….”
Me quedé atónita. No era una película de bajo presupuesto, todo lo contrario, era una co-producción con España y tenía escenarios armados sólo para el film…
La imagen que había creado para los demás se desmoronaba, el supuesto discurso de crítica social era una farsa, en la práctica hacía todo lo contrario.
Tiempo después aparecería en televisión haciendo alarde de sus películas comprometidas para deleite de la audiencia que lo admiraba, todo un genio, un buen tipo, pero para mí un gran hipócrita.

lunes, 16 de febrero de 2009

Cirujano


-Doctor, ¿Eso es un nódulo o un tumor? ¿Cuál es la diferencia?-
-Un nódulo es una masa que ocupa volumen-
-¿Y un tumor?-
-Un tumor es una masa que ocupa volumen-
-¿Entonces son sinónimos?-
-Son masas que ocupan volumen-
Recordaba vagamente ese diálogo con el cirujano de Dorita, en su momento me fastidió mucho, lo sentí como una cargada, pero al tiempo descubrí que él estaba haciendo algo que yo no esperaba: desdramatizar. En mi primer enfrentamiento con el cáncer estaba filtrando todo con lugares comunes.
¿Tumor o nódulo? ¿Qué importa? La diferencia estaba en todo lo que los términos connotaban y esa era la razón por la cual Dorita prefería decir siempre “nódulo” en vez de tumor y “un tratamiento” en vez de quimioterapia. El lenguaje le daba su resguardo, su posibilidad de seguir adelante sin toparse con todos los prejuicios que conllevaba “la enfermedad” a la que yo prefería llamar CANCER.
Además muchos me decían que Dorita iba a perder la movilidad del brazo por culpa de la operación, que todo le iba a resultar más difícil y Dorita tenía miedo, ella quería pintar, esa era su ocupación, pintar y enseñar a pintar. Un día fuimos al consultorio y cuando el médico la vio a Dorita con el brazo inmóvil la increpó:
-¿Qué le pasa en el brazo?-
-Me molesta, por la operación ¿vio?
-Yo le operé de la mama no del brazo…-
Dorita se quedó callada mirándolo, yo no lo podía creer pero al otro día cuando comenzó a mover el brazo como si nada entendí que se había producido el efecto deseado.
Era mucho más prejuiciosa de lo que pensaba, creía que todos los médicos eran insensibles e inhumanos pero la aparente insensibilidad de este avanzaba contra mí enfrentándome, enfrentándolo, enfrentándonos y enfrentándola, un gran provocador.

domingo, 1 de febrero de 2009

Mujeres

Por el camino va Malinche,
paso de polvo y canela
mira que voy buscando
por el camino a mi corazón

Canta Lila Downs en “La Malinche”


Cómo me habían dicho que en el barrio de Once se conseguían productos a muy buen precio me decidí a ir. Cuando llegué me sorprendió la explosión de color, carteras, telas, collares, hebillas y el calor que no detenía el ímpetu voraz de los caminantes apostados estratégicamente en los negocios con mejores precios.
Y así fue que entre a esta mercería, “París” para buscar ropa interior para mí y para Dorita. Una mujer mayor elegía un camisón para una sobrina que estaba embarazada y la habían internado, la mujer se quejaba, estaba molesta y entonces yo me dispuse a decirle algo duro, últimamente me gustaba que la gente se impacte para que deje de protestar absurdamente por lo que yo consideraba nimiedades: “Mucho peor es el cáncer, yo estoy cuidando a una mujer que no para de vomitar a causa de la quimioterapia”. La mujer siguió estirando el camisón, mirándolo, luego de unos segundos me miró y se río:
“Yo tuve cáncer hace treinta años y mirá cómo estoy, viva, bien y en mi época era otra cosa eh…”
Yo no me lo esperaba pero seguimos hablando y hablando, habré pasado una hora en esa mercería, estábamos inmersas en una especie de dimensión desconocida acolchonada por paredes de bombachas, corpiños, medias y camisones.
Las dos compartíamos una historia, dos mujeres, como muchas otras, que habían logrado encontrarse en el medio de los comercios. Nos habíamos detenido a hablar, que la metástasis, que los oncólogos, las estadísticas, pero vivíamos y sobrevivíamos, hablábamos y cuando nos dimos cuentas nos rodeaban otras mujeres, todas estábamos hablando del cáncer y se podía, porque lo estábamos humanizando.
Aparecía el tema prohibido, del que no hay que hablar, porque despierta sospechas, porque mejor evadirlo, “A mí siempre me dieron bien las mamografías” “Yo estoy bárbara”. Nosotras, tan imperfectas, derribábamos prejuicios, nosotras nos habíamos encontrado en esa mercería del barrio de Once.