domingo, 21 de septiembre de 2008

Perras

Las tardes de verano eran insoportables así que mientas Dorita descansaba debajo del ventilador de techo yo salía al balcón. Como vivía en un departamento interno, disfrutaba de la vista que tenían los que daban a la avenida.
Un día, al sentir a unos perritos ladrando con un sonido agudo y molesto, decidí tratar de ver donde estaban, miré, miré, pero nada, no los podía encontrar, hasta que mi vista se fijó en una terraza, la lindera al bar de enfrente. El lugar estaba lleno de objetos como tablones de madera y se destacaba un colchón destruído que les servía a los cachorros para esconderse y jugar. De repente se apareció una mujer obesa, con calzas color fucsia que le marcaban la figura, una remera que le levantaba su exuberante delantera, ojotas ruidosas y una palangana verde chillón que apoyó en un tablón. Acalorada, la mujer sacó repentinamente una bombacha color rosado de la palangana para disponerse a colgarla en la soga pero uno de los cachorros saltó y se la sacó de la mano, lo que provocó gran griterío, risas y la aparición de otras dos señoritas también con calzas que corrían como locas a los cachorros que destruían y masticaban la bombacha. Las corridas duraron hasta que una de ellas le pegó al cachorro y por fin logró sustraerle la prenda íntima en discordia.
Yo también empecé a tentarme, no podía creer lo que estaba viendo, era un acontecimiento fuera de lo cotidiano, como un pequeño cortometraje cómico al aire libre, gratis. Cuando le comenté a Dorita lo que acababa de ver me explicó que ahí enfrente estaba el nuevo prostíbulo del barrio, así que seguro esas eran las chicas que trabajaban y las que le compraban profilácticos a la vecina del kiosco que había incrementado notablemente sus ingresos.
Según parecía, la bonanza del barrio era notoria, Dorita había visto la transformación de los hombres que entraban disimulando e impacientes por la espera hasta que les abrieran, y salían apaciguados, sonrientes.
El prostíbulo nos daba a cada uno, a su manera, una alegría…