jueves, 26 de noviembre de 2009

Y que sea la última

"Otro doblez en el tiempo
y una emoción sostenida"
Cantan Florencia Ruiz y Ariel Minimal



Tomamos el colectivo con un calor sofocante. Estar continuamente preocupada se había tornado algo rutinario, podía pasarme horas pensando en que faltaba una más, una, pero ese singular se amplificaba en el recuerdo de las anteriores.
Mi percepción se había transformado, todos esos lugares que habíamos transitado tenían sus marcas. Siempre pensé que el espacio es un lugar de resignificación constante, quizás porque me empeño en asociar determinadas situaciones a los espacios en donde ocurrieron. Soy toda una sentimental territorial...
Entonces con Dorita tómabos el colectivo y yo fingía que estaba todo bien, quería que esté tranquila, y ella fingía que creía ese estado mío tan armonioso.
Llegamos al consultorio del oncólogo donde le aplicaban las quimiterapias y allí estaba Elsa, la secretaria. Elsa siempre preguntaba: "¿Por cuál vas?" y eso condicionaba el resto de sus palabras que podrían ser: "Qué bueno" o "Bueno, falta menos". Pero esta vez estaba ocupadísima así que nos sentamos y esperamos.
Apareció otro enfermero, uno que no conocíamos pero que tenía una simpatía arrolladora:
-¿Qué tal chicas? ¿todo bien? ayer perdimos el partido así que no estoy muy bien eh....-
Inmediatamente le dije:
-¿Así que sos gallina?, mejor nos vamos, no quiero que le apliques la quimio vos... jajajajaja-
-¿No me digas que vos sos de Boca? noooooo, por favor, ¡lindo día me espera!-
Al final entró Dorita y yo por primera vez no ingresé con ella lo cual me puso extremedamente nerviosa. El enfermero explicó que era mejor (a través de un "tranqui mami") pero yo no dejaba de pensar en que encima de ser gallina tenía muy mala onda.
Me quedé frente a la puerta de manera que cada vez que la abrieran pudiera verla a Dorita. Ni bien le pusieron el suero con el antivomitivo entré y le expliqué al enfermero que con la droga roja vomitaba, que se mareaba mucho y que tenía la toalla por las dudas. Me terminó diciendo: "Andá, andá bostera".
La puerta se abría y yo la miraba, la saludaba, le hacía muecas y ella me devolvía una sonrisa suave, perdida. Esa puerta marcaba el ritmo, pero no podía ocultar nada.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Llegada

"Entonces para vos ya no existe el miedo,
ni el dolor ni el frío"
Superchería, Luis Alberto Spinetta



Al parecer habíamos llegado a la última quimio. La última de varias que me habían hecho adquirir una persistente rutina: jeringas, antivomitivos, la heladera llena de papelitos con teléfonos de emergencias y enfermeros, el cronograma de las inyecciones, la primera comida (fideos finitos, pocos, con un poco de aceite y apenas un poco de queso rayado)...
¿Y ahora que vendría?
Me acuesto sobre el pasto y todo gira, pero yo permanezco, inmóvil, y comienzo a cerrar los ojos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Así lo veo yo



Me encontré con Isabella y le comenté el episodio del desmayo de Dorita. El tono de mis palabras provocó que se riera mucho, muchísimo, lo cual me llamó la atención:

-¿Pero por qué te da gracia?-
-Es la forma en que lo contás, es gracioso, no te das cuenta pero sos muy graciosa-
-Pero fue horrible lo que viví, no entiendo-
-Uy, no importa, transformaste esa situación dramática en una comedia, es buenísimo, nada que entender. Quizás es una forma que tenés de superar la angustia.-

Después de decirme eso Isabella comenzó a contarme una serie de episodios que había vivido:

-Una vez estaba comprando en la verdulería y apareció un antiguo novio mío que me dejó por otra chica. Me miró, se quedó mudo, buscaba descifrar si era yo o no esa delgadísima pelada. Me acerqué y lo miré con cara de fantasma que asusta, típico de juego de chicos, me falto levantar los dos brazos y hacerle “Buuuuuuu”. Se quedó ahí mientras el verdulero le decía si quería manzana verde o roja. Cuando me iba le dije al oído: "Y bue… tanta angustia… en algún momento iba a explotar, esto tiene mucho de problemas emocionales".-
-Que mala che, y el pibe ¿Qué dijo?-
- Nada, me siguió con la mirada mientras me iba.
Recuerdo otra vez, estaba haciendo cola en el supermercado, me sentía pésimo, hacía mucho calor y aparece una chica embarazada. Tampoco tenía una panza enorme eh… Bueno, yo estaba a punto de llegar a la caja pero esta chica corre y se adelanta, se me coló ¿A vos te parece?-
-Pero estaba embarazada-
-Precisamente, la dejé, tranquilita, y mientras esperaba que saque toda esa enorme cantidad de productos que tenía en el chango comienzo a recitar en voz alta un poema de Juan Manuel Daza:

En la guardia de ginecología y obstreticia del
Hospital Durand:
-Una mujer tuvo un bebé
-Mi hermano tuvo un quiste
¿Porqué pienso que mi hermana la sacó más barata?


La piba se dio vuelta me miró y me dijo "Ah… bueno…"-
-¿Y?-
-Tardó el doble, se enojó, empezó a hacer tiempo-

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin aliento

No sé porque tengo esa maldita costumbre de leer los prospectos de los remedios. Mi mirada se dirige inmediatamente a los efectos secundarios.
Las drogas de Dorita eran bastante fuertes así que esta vez la lectura era no apta para alarmistas.
De todos modos traté de olvidarme, aunque soy de esas personas que no olvidan fácilmente, que se quedan con esas densidades que persiguen desde una profundidad cercana.
Estaba mirando la televisión tranquila cuando escuché la voz tenue de Dorita desde la habitación. Me decía que le lleve agua. Cuando iba con el vaso hacia la habitación la vi a Dorita recostada sobre el inodoro, le pregunté si estaba bien pero no respondió, estaba con los ojos cerrados, apoyada contra la pared y con la boca entreabierta. Volví a preguntarle pero nada así que empecé a desesperarme, a gritarle que se despierte.
Mi mente estaba plagada de paros cardíacos, alergias fulminantes, muerte, ¿No respira?
Empecé a correr de un lado al otro del departamento, desesperada ¿Hospital? Paro, es un paro. Llamé a las emergencias, creo que les grité. Después volví con Dorita, tomé su cara con mis manos y le hice una respiración boca a boca. Segundos después abrió los ojos, me dijo que tenía sed, que hacía mucho calor. La acosté en el lugar más fresco, el piso, y unos pocos minutos después sonó el timbre, eran los de la ambulancia.
Cuando la enfermera me vio se asustó: “¿Es a vos a la que tenemos que atender no? Mirá la cara que tenés, tranquila”.
Cuando llegamos Dorita estaba hablando con el oncólogo a quién al parecer yo había llamado en esos minutos de desesperación. El oncólogo llamó preocupado para saber qué pasaba.
Después la enfermera resultó ser cardióloga, gracias a mi prematuro diagnóstico para solicitar la ambulancia: “Se está muriendo, creo que tuvo un paro cardíaco”.
Al parecer había sufrido una deshidratación y la solución era darle gelatina. Me explicó que cuando no toman mucho líquido lo ideal es la gelatina, porque también alimenta.
¿Gelatina? ¿Tanto lío por una gelatina? ¿Por qué nadie me lo había dicho? Era tan fácil.
Empecé a rastrear otros factores impulsores de mi paranoia. Recordé que cuando era chica miraba un programa de emergencias, ahí mostraban un montaje de imágenes previas al desenlace casi fatal con un tema musical bastante terrorífico...