viernes, 30 de octubre de 2009

Mismo vecino, menos sexy

Unos días después de pedirle que sea nuestro enfermero volví a encontrarme con el famoso vecino. Me preguntó cómo estaba Dorita, cómo iba todo y ni bien terminé de decírselo me lanzó un fulminante:
-Si, pero ojo, decíle que se haga controles y eso, radiografías porque en general se terminan haciendo metástasis en los huesos, yo te digo, vos fijáte…-
Ni bien terminó de decirme eso y abrió la puerta para bajar, lo que yo estimaba iba a ser una sonrisa terminó transformándome en un gesto incómodo. Lo miré, me saludó y me perdí mirando el transcurrir de los pisos en el ascensor. Empecé a pensar en las veces en las que yo misma me había encontrado ante esta forma de diagnóstico ante cualquier tipo de enfermedad:

¿Gripe? Tomáte un té con miel y listo, nada de antibióticos que después te arruinan el estómago
Para las diarreas mucho arroz y agua, listo, nada mejor.
Si, es jodido, un amigo de mi prima murió de eso.

¿De qué se trataba? ¿De ejercer la medicina ilegal o el comentario pseudo-científico? Me odiaba a mí misma odiando al vecino que había perdido en sus palabras todo posible atractivo. Pero esa forma de distanciarse del otro… ¿No era, paradójicamente, un intento desesperado de acercamiento? La gente dialoga y hiere, pero quizás el surco que dejan los médicos es suficientemente profundo como para que nos empecinemos en llenarlo.

jueves, 22 de octubre de 2009

Enfermeros


Conseguir un enfermero para que le aplique a Dorita las inyecciones contra los vómitos no fue tarea fácil, véase aquí el recorrido:

1-Richard

En el barrio recomendaban al “mejor enfermero”, él atendía a casi todos los vecinos. En la farmacia también era popularmente conocido así que me pasaron el número garantizándome que era “excelente”.
Lo llamé después de la primera quimioterapia. Ni bien llegó empezó a comentarnos los entretelones de la vieja que vivía en la calle Mitre: “No la quiere mucho la familia, si no la cuidan ellos…”. Pero después siguió hablándole a Dorita que estaba acostada en el sillón: “Imaginá que estás en un parque, todo verde, hace calorcito, que lindo, cuanta paz, dejáte de hinchar, no tenés que estár mal, por favor, hay cosas peores, imagináte meterte en una tomografía toda encerrada, terrible…”. A esa altura Dorita, que se había puesto toda colorada escuchándolo, estaba en el baño vomitando. Cuando me acerqué me dijo: “Este tipo es un desastre, no lo quiero, sacálo ya”.

2-Vecino

Desesperada buscando a otro enfermero se me ocurrió preguntarle a un vecino bastante atractivo que siempre andaba vestido de celeste, con uniforme. Lo ataqué en el ascensor pero me dijo que se encargaba de hacer ecografías, me deseó “mucha suerte y paciencia”.

3-Pato

Por último apareció ella, Patricia, Pato. La mamá de una amiga la conocía ya que cuidaba a su suegro, así que ella también venía recomendada.
La Llamé un sábado a la madrugada. Los sábados la avenida Gaona se llena de jóvenes que bailan en los boliches cercanos, toman, se pelean, etc. Desde la habitación de Dorita llegaban ecos de esas voces mezcladas con el reggaetón proveniente de los parlantes de los coches.
Y Pato llegó rápido, se hizo paso entre la multitud adolescente, tan rápido como la necesitaba, bajó de su Harley Davidson nuestra enfermera motorizada. Nos contó chistes, nos hizo bromas, todo sin dejar su ocultar la amargura que sentía a verla así a esa mujer que recién conocía.

jueves, 15 de octubre de 2009

Je suis Isabella

“Ignoraba qué encadenamiento de hechos la
había conducido hasta allí, y este misterio
la llenaba de una desesperada necesidad de libertad.
Sin embargo, no se movió”
Belle de Jour de Joseph Kessel





“Sabés lo que pasa, yo no quiero ser Isabella, yo quiero ser Isabelle, como Isabelle Hupert. Actuar en los films de Chabrol, Merci pour le chocolat…”. Me lo dice con ojos llorosos, con la mirada desviada, deslizándose en el aire.
Isabella tenía una larga caballera con los tonos rojizos de Isabelle, pero ahora luce una peluca color marrón oscuro. Me pregunto (e implícitamente juzgo) porqué algunos deciden usar peluca y no exponer la pelada, aunque sea desdibujada con gorro o pañuelo.
Pero la pregunta es irrelevante, tratar de respondérmela involucraría cuajar algo que se resiste a las sistematizaciones y sería acto de violencia ejercida contra alguien que quizás no se lo pregunte. La decisión es una acto en sí, personal, más allá de las implicancias en el afuera.
Decido, entonces, hacerle una propuesta. Le digo que podría usar otras pelucas, jugar a ser la Catherine Deneuve de Belle de Jour.
Pero comienza a llorar y, mientras el lamento se hace abrazo, me dice: “¿Porqué, porqué no jugué antes, porqué jugar ahora?”.

jueves, 8 de octubre de 2009

Cita a ciegas

“seca en el asfalto abandonada sin pileta.
Ni si quiera mal armada .Pero las sirenas siempre
sobreviven son digamos siempre felices siempre eternas”
Sesión de chat, lo que quieras habla con sirenasinpelopincho




La sentencia de Isabella fue rotunda: “Tenés que conocerlo, es para vos, se van a llevar bárbaro, son muy parecidos”. Lo pensé, recordé las citas a ciegas que había padecido, las ganas de salir corriendo a los cinco minutos, pero dije que bueno, total…

El día de la cita llegó pero me resistía a ir, sentía ganas de quedarme en casa o pasar por lo de Dorita a charlar un poco. Miraba por la ventana la oscuridad delineada por una lluvia persistente, siempre lluvia, más lluvia, “Día ideal para encontrarse”. Para mi sorpresa todo fluyó desde el comienzo, sin falsas pretensiones de atraer. Los temas fueron transcurriendo con y sin coincidencias, pero se mezclaban, se adherían, conjugaban. Luego la despedida, él y yo, la lluvia, un abrazo. Después todo él, como la tragedia griega, esa densidad que lo cubre todo, que impide la reflexión, que extravía. Hasta que sábado a la noche y nuevo encuentro entre cine, café, más charla. Una despedida que se imprime en la memoria a doce fotogramas por segundo.

Después, el silencio, la nada. ¿Qué pasó? ¿Por qué? Pienso que debo resignarme ya que ese silencio, contradictoriamente para mi percepción, dice que no. Sin embargo, y a pesar de, escribo un mail (que finalmente nunca enviaré):

Después de abrir la casilla de forma casi mecánica, esperando un mail que no llega, me decido a escribirte este mail que, quizás, sí salga de esta casilla:
Es simple, uno piensa, la pasé bien, mal, más o menos... Pero yo escuché a un Julián proyectando salidas futuras, escribiendo seguido por el MSN, un Julián que me caía bien y a quién recién empezaba a conocer, entonces me pregunto ¿Porqué ese mismo Julián desaparece? Es simple, desapareció y todo queda en el orden de lo implícito. Pero aunque el lugar de lo implícito es muy confortable, también genera dudas. Entonces me pregunto, si entiendo que lo fuimos, ¿Porqué no podemos seguir siendo lo suficientemente... sinceros? De lo contrario queda eso otro potencial, que podría ser y no es, queda en el aire, flotando. Será cuestión de decidir si lo eliminamos con el mata moscas o aún le concedemos algo de vuelo.

Victoria

jueves, 1 de octubre de 2009

De amores


“Y si vos querés te voy a buscar
para que los días no se vayan sin pensar”
Lisandro Artismuño, Canción de amor

(¿Y ahora con quién voy al concierto de Artismuño?)



En el consultorio del oncólogo conocí a Isabella, una chica de veintitrés años con la que me pasaba horas charlando mientras esperaba para hacerse su sesión de quimioterapia. Como sabía que compartíamos la pasión por el cine me contó una anécdota:
“Cuando era chica mis viejos miraban el programa de cine Función privada, con Rómulo Berruti y Carlos Morelli. Creo que ellos tomaban whisky sobre una tarima, recuerdo el ruido del hielo chocando en los vasos.
Tengo la imagen de un film de Almodóvar, no recuerdo cual, pero sí recuerdo la situación. Yo acostada en el sillón al lado de mamá, una frazada para cubrirnos del frío. Y cuando venía una escena que ellos no querían que vea, una escena con contenido sexual, me tapaban la cara con esa frazada, recuerdo que era naranja, con agujeritos, así que por allí siempre podía llegar a mirar algo.
Quizás esos retazos adheridos en mi memoria y expuestos a la luz sean los culpables de mi actual adoración por su obra.”.
Casualmente se estrenaba Los abrazos rotos, Isabella quería ir a ver la película. La última vez que había ido al cine fue con un chico que le gustaba, ambos salieron de la sala y ella se quedó mirando el póster del film. Mientras caminaba, la imagen de Penélope iba desapareciendo de su campo visual y ella deslizaba con un susurro “Quiero verlaaaaa”, él no la escuchaba y seguían caminando hacia la salida.
Isabella estaba sola en el consultorio, una vez más, esperando a alguien que no vendría, esperándolo a él, ¿Y dónde estará?