domingo, 12 de octubre de 2008

Ladrido post-mortem



Shirley no era un animal común y corriente, sus ladridos invadían el edificio unas cuarenta veces al día pero había otro ruido casi imperceptible para algunos departamentos. Cuando alguien se asomaba al balcón esta perrita pequeña pero con ojos diabólicos saltaba para atrás y ladraba desenfrenadamente, el roce de sus patas con la cerámica provocaba un chillido insoportable.
Dorita se divertía molestándola para ver ese espectáculo, bastaba con provocarla con algún ruido en particular, como el de la bolsa de los broches o el de la manija plástica del balde para que comenzara el enloquecimiento.
Una vez me la crucé a la dueña de Shirley, me comentó que la perra había envejecido con el correr de los años y que temía por su vida. En ese momento mi estupor repentino se transformó en una idea, me imaginé a Shirley embalsamada con la boca abierta, mostrando los dientes y el ruido de sus ladridos proveniente de un equipo de música, también podríamos atarla y moverla hacia atrás para conmemorar sus ataques. Y lo peor es que se lo comenté a la dueña (una de las tantas veces que hablo sin pensar, sin filtrar) y ella, con los ojos llenos de lágrimas me dijo: “Es una buena idea, hace mucho que vengo pensando en embalsamarla, no soporto la idea de quedarme sin ella”.

2 comentarios:

Paco dijo...

Hola Virginia, soy Francisco, Cele me pasó la dirección del blog, es muy bueno, realmente te felicito. Estaré visitándolo más regularmente.

te mando un beso grande, saludos

María Virginia Gallo dijo...

¡Hola Fran! Gracias por la buena onda, Cele me dijo que tenías un blog ahora lo visito.
Saludos, Vir