lunes, 16 de febrero de 2009

Cirujano


-Doctor, ¿Eso es un nódulo o un tumor? ¿Cuál es la diferencia?-
-Un nódulo es una masa que ocupa volumen-
-¿Y un tumor?-
-Un tumor es una masa que ocupa volumen-
-¿Entonces son sinónimos?-
-Son masas que ocupan volumen-
Recordaba vagamente ese diálogo con el cirujano de Dorita, en su momento me fastidió mucho, lo sentí como una cargada, pero al tiempo descubrí que él estaba haciendo algo que yo no esperaba: desdramatizar. En mi primer enfrentamiento con el cáncer estaba filtrando todo con lugares comunes.
¿Tumor o nódulo? ¿Qué importa? La diferencia estaba en todo lo que los términos connotaban y esa era la razón por la cual Dorita prefería decir siempre “nódulo” en vez de tumor y “un tratamiento” en vez de quimioterapia. El lenguaje le daba su resguardo, su posibilidad de seguir adelante sin toparse con todos los prejuicios que conllevaba “la enfermedad” a la que yo prefería llamar CANCER.
Además muchos me decían que Dorita iba a perder la movilidad del brazo por culpa de la operación, que todo le iba a resultar más difícil y Dorita tenía miedo, ella quería pintar, esa era su ocupación, pintar y enseñar a pintar. Un día fuimos al consultorio y cuando el médico la vio a Dorita con el brazo inmóvil la increpó:
-¿Qué le pasa en el brazo?-
-Me molesta, por la operación ¿vio?
-Yo le operé de la mama no del brazo…-
Dorita se quedó callada mirándolo, yo no lo podía creer pero al otro día cuando comenzó a mover el brazo como si nada entendí que se había producido el efecto deseado.
Era mucho más prejuiciosa de lo que pensaba, creía que todos los médicos eran insensibles e inhumanos pero la aparente insensibilidad de este avanzaba contra mí enfrentándome, enfrentándolo, enfrentándonos y enfrentándola, un gran provocador.

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