domingo, 31 de agosto de 2008

Bolero


Hoy vino mi amiga del cuarto d porque Dorita está muy aburrida y las veces que se le había cruzado en el ascensor “siempre le había contado algún disparate”.
Dorita se tapó la pelada con un pañuelo de colores, el costo de que le cubriera la cabeza era un sudor insoportable pero esta vez creía que valía la pena y además era una forma de sentir que salía un poco del encierro del departamento.
El relato de Leonor no tardó aparecer, una vez que nos saludó se acomodó en sillón y nos dijo que se había ido a la plaza Morón para buscar unos botones que le había encargado la madre pero algo le había pasado, como siempre:
“Me perdí, no voy mucho a Morón y entonces viene bien desorientarse un poco, salir de la rutina. Quería botones pero terminé metida dentro de una casa de lanas, con mostradores de madera, esos que tienen vidrio y cajoncitos de madera que abren con dificultad los dueños viejos. El viejo encorvado y pelado era sin duda el jefe de hogar, el que sabía donde estaba cada cosa que uno podía llegar a precisar pero ese estaba atendiendo a una clienta entonces yo saqué el número y esperé hasta que el cartel electrónico me marcara el turno. Ese cartel de luces rojas, destructor de anacronismos, sonaba y sonaba según iban pasando las frenéticas clientas en busca del mejor precio y alta calidad. Pero había algo que me llamaba la atención, la música, a todo volumen, como los adolescentes con el rock o la cumbia, en este caso la rebeldía comercial venía de la mano del bolero. Una voz de mujer, la orquesta de fondo, esa guitarrita, las voces masculinas que van apareciendo acoplándose a esa otra voz que los atrae a fuerza de pura sensualidad”.
Leonor interrumpió su relato, se quedó como perdida hasta que Dorita le insistió para que siga contando:
“Es raro pero sentí una gran felicidad, como si el grupo entero apareciera de golpe entre las lanas y empezara a revolear las agujas número 5. La culpa de todo la tenía el volumen alto porque apaciguaba el ritmo de la compra y venta (mejor déme de otro color, ese no me gusta), el bolero te sacaba de ahí o venía para ahí.”
Dorita sintió ganas de escuchar boleros así que yo me comprometí a comprarle algún CD. Pero además me dijo que tenía ganas de salir del departamento, ir a Morón, incluso logré que se asome al pasillo pero inmediatamente pensó en que alguien la podría ver con los kilos de menos, las ojeras y la cabeza rapada.

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