jueves, 5 de marzo de 2009

Lista


Cuando me la encontré a la vecina del segundo d que iba tener familia me comentó había leído en la revista “Mi bebé” una lista de cosas que tenía que llevar al hospital: 3 camisones, 1 par de pantuflas, corpiño para amamantar, toallas y un repasador. Repasaba la lista con una naturalidad sorprendente que sólo se vio interrumpida con mi cara de asombro, le pregunté para que iba usar el repasador ¿para qué? Suponía que sólo servía para la cocina.
En ese momento pensé en la gente a la que pagaban para redactar es tipo de artículos, en una de esas se había quedado dormido escribiendo y el olor a repasador quemado de la cocina lo había despertado y ahí lo agregó a la bendita lista. Y ahora, ese ítem empezaba a desvelar a la vecina embarazada de ocho meses y medio y a mí, ilusa, me tocaba el papel de romper esa calma, esa seguridad que le brindaba la revista especializada.
Empecé a pensar entonces en la lista que yo haría para la gente que se hacía quimio, pensé en qué le hacía bien a Dorita en esos momentos de tanto nerviosismo. Una vez se me ocurrió obligarla a jugar un ahorcado, otra vez a la enfermera comenzó a hablarnos de prótesis mamarias y se le ocurrió levantarse la camisa para mostrarnos “lo bien que le habían quedado”. Un juego y una situación sorpresiva eran ideales para calmar la tensión del momento pero ¿y el repasador? ¿Para qué? Cuando volví a mirar a la vecina estaba con la cabeza agachada, dubitativa, así que le pregunté si era tan importante lo del repasador, que mejor era no olvidarse los tres camisones pero ella se bajó y cuando cerraba la puerta me dijo: “¿Tanta lista para qué, hay cosas que se escapan, me cago en esa revista de porquería y me importa un carajo el repasador? ¿sabés?, encima me salió cinco mangos”.

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