domingo, 17 de mayo de 2009

Remordimiento

Cuando logré descomprimirme del subte y salí a la calle me invadía un sentimiento de angustia, ¿Y si lograba conseguir trabajo de periodista? ¿Cómo iba a hacer Dorita? Ya nos habíamos convertido en amigas, yo quería verla bien, teníamos que superar juntas la quimioterapia.
Los chistes para lograr distraerla y sacarle la mirada del suero, ¿quién se los iba a contar?, necesitábamos agarrarnos de la mano, salir triunfantes, divinas, para después encerrarnos y seguir, “contra vómito y marea”.
Yo, la que trataba de no involucrarme con nadie, la que transcurría con penas propias desentendiéndose de las ajenas, sentía que a Dorita la quería. Esa mujer, en uno de los peores momentos de su vida, se había vuelto entrañable.
Pero a la vez quería trabajar, necesitaba trabajar y tenía una entrevista en una editorial de turismo.
“Me llamo Valentina, tengo veintiséis años, estoy por empezar la carrera de Letras en la UBA, no tengo experiencia laboral”.

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