sábado, 4 de julio de 2009

Gripe A


La gripe porcina llegó a Buenos Aires y junto con ella comenzó el desabastecimiento de barbijos y alcohol en gel.
Algunos caminan asustados y otros se ríen de esos que caminan asustados.
Faltan los besos, porque los argentinos nos saludamos así, cariñosamente. Sin embargo, algunos aún mantienen el ritual y, en medio de tanta paranoia, se convierte en todo un acto revolucionario.
En el noticiero un día dicen: “Cuidado, estamos hablando de vidas humanas, esto no es broma. Alguien se tiene que dar cuenta de la situación, prevención por favor, esto es muy, muy GRAVE”. Al otro día, el mismo periodista, esta vez sonriendo, dice: “Mantengamos la calma, simplemente seamos cautos, pero no se preocupen, a lavarse bien las manos. Está llegando una nueva droga de los Estados Unidos que permitirá mejorar la situación”.
Cuando alguien tose en el subte los otros lo miran y se alejan. Entre los amigos abundan las bromas “¿No tendrás la porcina no?”.
Múltiples facetas de la misma situación que me recuerdan al cáncer y me recuerdan a Dorita. Una vez, una amiga a la que necesitaba hablarle de todo lo que estaba pasando, de lo difícil que era la quimioterapia, me dijo que “Era mucho para ella, que no lo podía superar, que no lo podía soportar”. Me dijo otras cosas y me indigné, terminé gritando, en voz alta, para que la gente del bar escuche: “EL CANCER NO CONTAGIA, NO CONTAGIA”.
Entonces, como Dorita, muchos pasan a ser sospechosos, es preferible alejarse y procurar propios medios profilácticos ante esas otras realidades. La vida es pura profilaxis, pienso.
Pero esta vez todo se confunde, algunos logran infiltrarse. Los pacientes oncológicos son uno de los tantos con barbijos, por primera vez son uno más en la ciudad, camuflados, logran ese tan ansiado anonimato.

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