lunes, 15 de diciembre de 2008

Retorno musical

No tenía un peso, lo que Dorita me daba lo usaba para mantenerme y a penas me alcanzaba. Pero los Fabulosos Cadillacs volvían a tocar y yo tenía ganas de volver a verlos.
A Dorita mucho no le gustaban pero comencé a explicarle que formaban parte de mi vida, que se habían adosado como banda sonora de muchos recuerdos.
Mi mamá me cantaba cuando era chica “Hay que sacarla, hay que sacarla, del pozo ciegoooooo”, después empecé la primaria y nos volvíamos locos con “Mal bicho” y “Raggapunkypartyrebelde”. Los primeros bailes, todos cantando las canciones, el patio de baldosas amarillas de la escuela, el olor a kerosene que pasaban para limpiar, el calor por el techo de chapa.
“Siguiendo la luna” era el momento para la emoción, para la ronda, para los abrazos.
A medida que iba creciendo apareció un “No quiero morir sin antes haber amado pero tampoco quiero morir de amor” de “Calaveras y diablitos” que sirvió de nickname para un incipiente MSN.
“Strawberry fields forever” revivió la emoción Beatle con toques de reggaee.
La última vez que los vi fue en parque Rivadavia, fue un concierto gratuito que vaticinaba una despedida. Bailamos, mucho pogo, una energía increíble terminaría al día siguiente con fiebre y anginas ¡y a mucha honra!
En el estadio River, el regreso Cadillac latía, a las voces del escenario que resonaban en los parlantes se le acoplaban cada una de esas voces que unidas se iban amplificando, en el campo las cabezas chiquititas se movían rítmicamente y en la platea algunas parejas lloraban abrazadas escuchando “Vos sabés”.
Cuando llegó “Carnaval toda la vida” Dorita, delgadísima, saltando contra mí, riéndose, con el pañuelo traspirado adhiriéndose a la cabeza, entendió mi emoción.

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