jueves, 25 de diciembre de 2008

Tonada de un nuevo amor


Julia era amiga de Dorita pero desde que se había quedado pelada no se animaba a visitarla hasta que por fin una noche apareció.
Ambas compartían el gusto por el arte así que cuando comenzó a contarle lo que había vivido aquella noche la vista desde el balcón se fue transformando en escenario a medida que se le escurrían las palabras en una verborragia atrapante.
Ya hacía un año que Julio Bocca dejaba la danza en un escenario en plena avenida de Julio al lado del Obelisco porteño. Julia quería ir a verlo y se fue temprano con su banquito en mano, se sentó y fue presenciando la llegada de tanta pero tanta gente que ya ese mismo acontecimiento le provocaba emoción.
Pasaron las horas hasta que por fin apareció en el escenario, Julia recordaba en detalle cómo habían bailado Cecilia Figaredo y Julio mientras Mercedes Sosa cantaba “Tonada del viejo amor”. Cuando uno no encuentra adjetivos para describir esa voz es porque ha logrado su cometido, se erige entonces como canción única, irrepetible, que perpetúa un silencio de goce.
Tanto la canción como el baile habían sido repetidos tantas veces pero la paradoja de ese momento consistía en sentirlas como auténticamente improvisadas para cada uno de los espectadores.
Y en cada momento de recuerdo la imagen se actualizaba, íbamos junto con Julia a ese momento al que ella había retornado tantas veces.
Pero esta vez había algo más, Julia interrumpió abruptamente su relato y la miró a Dorita, le pidió disculpas por no haberla acompañado en las sesiones de quimioterapia y prosiguió contando lo que le había pasado esa misma noche. En palabras de Julia: “No saben la cantidad de gente que había, yo había quedado en el medio de la multitud, bastante alejada del escenario y empecé a sentirme mal, tenía frío, así que me cubrí la cabeza con la capucha de la campera lo que provocó una gran irritación de los espectadores . Yo comencé a reírme, me di vuelta y mirándolos a los que estaban más cercas y más enojados les dije que estaba pelada y que el vientito me daba más frío. Las caras de estupor son graciosamente indescriptibles pero más divertido aún me resultaron los insultos de una chica que los catalogaba como bestias, animales, porque no se habían dado cuenta de mi situación”.
Dorita intentaba ocultar su cáncer, Julia había ocultado su cáncer pero Dorita y Julia se estaban acompañando y empezando a renovar esa antigua tonada que las había hecho tan unidas.

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