martes, 6 de enero de 2009

Volver a salir



Con Dorita escuchábamos que había fallecido una chica de 30 años por un cáncer de mama fulminante.
Mientras esperaban su turno las pacientes hablaban y esa historia se les había deslizado fugazmente con una gran cantidad de datos adosados. La chica tenía un novio que la había acompañado en la enfermedad e incluso se habían comprometido a pesar de que le quedaban pocos meses de vida. La muerte le llegó en el hospital aunque querían trasladarla a su casa para que pudiera disfrutar sus últimos días. Eso a mí me producía tristeza, pensaba en lo bueno que hubiese sido la muerte en donde ella quería, esa despedida con olor a comida de hospital y a desinfectante me parecía totalmente injusta.
Dorita escuchaba atentamente hasta que le tocó el turno. Yo me quedé escuchando el relato y ella alejándose con la mirada fijada en esas dos mujeres a las que les estábamos robando la historia.
La charla continuó con algunos reproches al oncólogo, comentarios acerca de los hijos que nunca las habían visto sin peluca y la suba de precios en el supermercado chino.
Cuando Dorita salió me preguntó cómo había seguido la historia pero yo preferí decirle que esas dos mujeres habían comentado lo bien que la habían pasado a la noche, que se habían ido a bailar y una de ellas, soltera, se había levantado a un joven de veinte añitos. Dorita se rió y salimos del consultorio.
Cuando volvíamos Dorita me comentó que tenía ganas de salir, de empezar a dejar el encierro que se había auto impuesto yo le dije que me parecía muy bien y la prefería sin peluca, ella mirándome seria y cambiando el tono me dijo: “No mentís bien, se te nota, pero igual me dieron ganas”.

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