domingo, 1 de febrero de 2009

Mujeres

Por el camino va Malinche,
paso de polvo y canela
mira que voy buscando
por el camino a mi corazón

Canta Lila Downs en “La Malinche”


Cómo me habían dicho que en el barrio de Once se conseguían productos a muy buen precio me decidí a ir. Cuando llegué me sorprendió la explosión de color, carteras, telas, collares, hebillas y el calor que no detenía el ímpetu voraz de los caminantes apostados estratégicamente en los negocios con mejores precios.
Y así fue que entre a esta mercería, “París” para buscar ropa interior para mí y para Dorita. Una mujer mayor elegía un camisón para una sobrina que estaba embarazada y la habían internado, la mujer se quejaba, estaba molesta y entonces yo me dispuse a decirle algo duro, últimamente me gustaba que la gente se impacte para que deje de protestar absurdamente por lo que yo consideraba nimiedades: “Mucho peor es el cáncer, yo estoy cuidando a una mujer que no para de vomitar a causa de la quimioterapia”. La mujer siguió estirando el camisón, mirándolo, luego de unos segundos me miró y se río:
“Yo tuve cáncer hace treinta años y mirá cómo estoy, viva, bien y en mi época era otra cosa eh…”
Yo no me lo esperaba pero seguimos hablando y hablando, habré pasado una hora en esa mercería, estábamos inmersas en una especie de dimensión desconocida acolchonada por paredes de bombachas, corpiños, medias y camisones.
Las dos compartíamos una historia, dos mujeres, como muchas otras, que habían logrado encontrarse en el medio de los comercios. Nos habíamos detenido a hablar, que la metástasis, que los oncólogos, las estadísticas, pero vivíamos y sobrevivíamos, hablábamos y cuando nos dimos cuentas nos rodeaban otras mujeres, todas estábamos hablando del cáncer y se podía, porque lo estábamos humanizando.
Aparecía el tema prohibido, del que no hay que hablar, porque despierta sospechas, porque mejor evadirlo, “A mí siempre me dieron bien las mamografías” “Yo estoy bárbara”. Nosotras, tan imperfectas, derribábamos prejuicios, nosotras nos habíamos encontrado en esa mercería del barrio de Once.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Lindo texto. Me gusto mucho. Compro.

Anónimo dijo...

hola valentina, gracias por tu comentario
justo estoy viviuendo en el Once ese articulo me gusto mucho !
un verdadero cuento de mujer !