miércoles, 8 de abril de 2009

El baile sin salón


Otra quimioterapia más, pero esta vez me propuse levantarle el ánimo.
Dorita estaba acostada en la cama, agotada, agobiada, sin fuerzas, pero yo quería divertirla así que cuando sus dedos se cansaron sobre el control y apareció Rafaela Carrá me propuse imitar la coreografía. Mi falta de coordinación fue suficiente como para que la cara de Dorita se transformara, y esos labios tan desgastados, ácidos, comenzaron a efectuar una risa suave.
Me sentí ridícula, muy ridícula pero seguí bailando, me cansé, me reí y encima comencé a cantar “Cero tres cero tres cuatro cinco seis….” o algo así, no sabía, cantaba, cantaba, hasta que caí rendida, transpirada. Me había desahogado.

No hay comentarios: